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El tren que los llevaba a las marismas y montes de Palomares salía este año un poco más tarde y no necesitaban levantarse antes del ser de día. Todo esto necesitó saber don Álvaro para no exponerse a un choque en la vía con Frígilis o con el mismísimo don Víctor.

Cuando se quedó sola, no le fue posible contener los impulsos de levantarse.

Durante mucho tiempo lucha con los indígenas que la barren de la haz de la tierra; vuelve a levantarse, cae en seguida, hasta que por los años 1620 se levanta ya en el mapa de los dominios españoles lo suficiente para elevarla a capitanía general, separándola de la del Paraguay a que hasta entonces estaba sometida. En 1777 era Buenos Aires ya muy visible.

Y su convicción era tan profunda, que de ella tomaba fuerza para soportar aquella vida solitaria y tristísima. ii Una mañana, al levantarse, vio que había caído durante la noche una gran nevada.

D. Laureano le hizo con sonrisa de condescendencia una seña, y nuestro impaciente joven se disponía a levantarse cuando uno de los mozos que servían allá abajo, cerca de la puerta, se acercó al viejo tenorio y le habló algunas palabras al oído. Soy con usted al momento dijo éste a Mario. Y se alejó. ¿Qué pasará? preguntó uno de los tertulios.

Así estuvo un rato con los brazos extendidos y la frente inclinada, sollozando y regando el suelo con sus lágrimas. Por fin el doctor le tomó la mano y le obligó a levantarse. Levanta, Amaury le dijo. No tienes la culpa, sino la Naturaleza que hace que el amor sea una atracción que da a unos la vida y un contacto que a otros les causa la muerte.

Algunas mañanas, al levantarse las señoritas, aún encontraban tendidos en los divanes hombres desconocidos que roncaban boca abajo, con los tufos de pelo sudorosos cubriéndoles las orejas, el pantalón desabrochado y más de uno con los residuos de una cena mal digerida a corta distancia de su cara.

Detrás de Narcisa se arrastraba Andrés «a cuatro patas», sobre un charco de vino hediondo, luchando por levantarse, en un pataleo intercalado de blasfemias y amenazas. Después llegaba Julio, amortajado, andando sin pasos ni ruidos, como un ánima en pena; abría desmesuradamente los ojos, con expresión satánica, y lanzaba unas desatinadas imploraciones.

Añádase a esto que había conservado la mala costumbre de soñar despierta horas y horas en su lecho, antes de levantarse, y en tales deliquios de la pereza, así como en las frecuentes rachas de murria, Emma no toleraba la presencia de ningún semejante.

16 Y como se hizo tarde, descendieron sus discípulos al mar; 17 y entrando en un navío, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Y era ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos. 18 Y el mar comenzó a levantarse con un gran viento.