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Actualizado: 27 de junio de 2025
El orador continúa y termina al fin, deseando, como el elocuente ayudante de marina, que Sarrió despierte a la vida del progreso, que salga del letargo en que yace, y que de algún modo se manifieste en su recinto la lucha de las ideas, fecunda siempre, y luzca en su horizonte el sol radiante de la civilización.
La civilización antigua se corrompió y degeneró primero, y con la invasión de los bárbaros sufrió después largo eclipse, o más bien sueño o letargo del que hubo de despertar o de renacer transformada y muy otra de lo que era y con otros modos de expresión para manifestar su pensamiento; pero en las repúblicas hispano-americanas ni ha habido invasión de bárbaros, ni desmayo, ni decadencia de civilización, ni raza triunfante y dominante que se haya sobrepuesto a la raza española de origen que antes triunfaba y dominaba.
El catavientos y las velas altas dieron señales de haber percibido las primeras caricias del viento que tanto deseábamos, despertando la María Rosario del letargo en que há tiempo estaba sumida. El viento se entabló por completo, reinando con bastante fuerza el marcado en las monzones de Julio y Agosto.
Repuesto un poco de esa especie de sopor ó letargo que causa en nuestro ánimo la admiracion, principié á meditar sobre lo que habia visto, mientras que mi mujer se ponia un traje de casa. La verdad, me veo turbado; apenas puedo desenredar, si así puede decirse, las primeras ideas y sensaciones.
Recorrió varias calles gozando este sosiego extraño parecido á un letargo. Su pensamiento y su corazón permanecían quietos. Reinaba un silencio profundo en aquella última hora de la noche. Ni un transeunte se tropezaba por casualidad en las calles. Sólo sus pasos sonaban sobre la acera y de vez en cuando el silbo agudo del pito de los serenos.
Misión providencial de los hijos de Iberia era sin duda sacar a los unos de la abyecta postración en que habían caído y despertar a los otros del sueño secular, del profundísimo letargo en que estaban. Esta parte de la misión parecía especialmente confiada a los portugueses.
El pueblo había caído en la red, de la cual no le era dado salir, y fué víctima de largo y mortífero letargo, que penetró en todos los resortes de su existencia. No hay sofismas bastantes á evitar el fallo condenatorio, y las maldiciones que ha pronunciado la historia contra este tribunal execrable.
Cuentan las crónicas electorales de aquel distrito que, no bien supo D. Paco la que D. Acisclo le estaba urdiendo, empezó a trabajar en contra, saliendo del letargo, o mejor diremos del tranquilo y descuidado reposo en que su confianza y seguridad hasta allí le habían tenido. Esto, naturalmente, hizo que don Acisclo tuviese que redoblar cada vez más su actividad. Así es que no paraba.
Nunca pudo cumplir con este precepto del reglamento interior de la casa. Almorzaba a la una, a las dos y algunas veces hasta las tres de la tarde. El sueño le embargaba por la mañana, el letargo más bien, porque era un verdadero letargo el que sentía, un cansancio incomprensible que le privaba de todas las fuerzas.
Pero tan impuras eran las fuentes en que bebió aquel geógrafo, que se necesita todo el respeto que inspira una gran celebridad para disimular sus errores. Cuando apareció este mapa, la Corte de España empezaba á despertarse de su letargo, y á mirar con menos indiferencia sus posesiones ultramarinas.
Palabra del Dia
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