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De un lado ponía los compromisos caballerescos y legítimos, que la misma Iglesia amparaba como algo sacrosanto, más precioso que la vida; del otro, los pactos ilícitos, los juramentos anatemas, en contra de la majestad de Dios o el interés de la Iglesia, y de los cuales era menester desligarse, sin demora, pues si la muerte sorprendía a un alma con semejante pecado, arrojábala derecho a las peores torturas del infierno; sobre todo si el juramento era hecho en favor de los enemigos de la religión.

Berenguer de Entenza hizo notable yerro en enviar Embajadores á Príncipe de cuya y palabra se podia dudar, porque quien con tanta alevosia y crueldad quitó la vida á Roger y á los suyos, de creer es que en todo lo demás no guardara , ni diera por legítimos Embajadores á los que venian de parte de los que él tenia por traidores; á más de que habiendo en los vecinos de Galípoli ejecutado tan gran crueldad, se habia de temer otra mayor siempre que la ocasion se la ofreciera.

Tuvo el raro talento de sofocar su naciente ambición y confinarse en su pueblo, buscando en una vida obscura, pacífica, laboriosa y honrada la satisfacción de los más legítimos deseos del hombre. Ni él ni su intachable esposa se arrepintieron de esto en el transcurso de su larga vida.

El señor tornaba a sus antiguas costumbres de mozo alegre; convertía en una casa de vergüenzas aquel cortijo, con el que soñaba ella como un nido de amores legítimos. Quita allá, sinvergüenzón. Por aquí no güervas: te conozco...

Bajo el régimen actual empiezan nuevamente los Itonamas á contraer todas las superticiones y costumbres singulares de su estado primitivo: así, por ejemplo, los padres desposan á sus hijos desde que nacen, y considerándolos ya como legítimos esposos, los instruyen, tan luego como atinan á comprender las cosas, de las relaciones recíprocas y mas íntimas que deben existir entre ellos, acostándolos muchas veces en una misma hamaca.

Divertíale con cuentos y lecturas; tratábale con solícito esmero, atendiendo a su salud, a sus goces legítimos, a su instrucción y a su educación cristiana, porque el señor de Penáguilas, que era un si es no es severo de principios, decía: «No quiero que mi hijo sea ciego dos veces». Viéndole salir, y que la Nela le acompañaba fuera, díjoles cariñosamente: No os alejéis hoy mucho.

No me agradan los italianos por su política. Son un pueblo ingrato, que ha observado la conducta más negra con sus legítimos amos; pero, en materia de ciencia, no siento ninguna prevención contra esos bribones. Muy bien respondió el doctor, optad, si os place, por el método italiano. Da a veces resultados excelentes, pero exige una inmovilidad y paciencia de la que tal vez no seáis capaz.

D. Fernando VII y sus legítimos sucesores, segun el órden establecido por las leyes, y estar subordinado al gobierno que legitimamente les represente.

Su madre era una mujer violenta, irascible, con ráfagas de ternura, que sólo guardaba para sus hijos legítimos. A ella, por todas las señales, la aborrecía y en ella vengó injustamente el agravio de su padre. ¡Qué terrible infancia la de Clementina!

Afirmaba doña Inés que toda persona que tenía buen paladar reconocía al punto la imitación de Juana, porque carecía del quid divinum que hay en los legítimos, prestándoles tan soberano sabor, que si con grosero y material supuesto pudiésemos imaginar que los querubines, cuando bajan a la tierra con algún mensaje de arriba, tienen el capricho o se allanan a comer algo, sin duda que no comerían otra cosa que los tales bizcochos de yema hechos por las mencionadas monjas.