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Actualizado: 10 de julio de 2025
El duque de Requena había gastado en los preparativos más de un millón de pesetas, según contaban los revisteros a sus lectores. Decían además ¡oh caso inaudito! que las flores habían venido casi todas de París. Y era cierto. El duque, nacido en Valencia, el más hermoso jardín de Europa, para su baile hacía traer las flores de Francia. Un capital de algunos miles de duros en flores.
Si hubieren cuantos escriben de pararse en esas bicocas, no veríamos tantos autores que viven de fastidiar a sus lectores; a más de quedaros siempre el simple recurso de disgustar a los unos y a los otros, dejándolos a todos iguales; y si os motejan de torpe, no os han de motejar de injusto.
Aténgome, pues, al texto de los Apuntes, confirmación exactísima de los rumores de la fama, y aun eso sólo he de darlo en extracto para llegar cuanto antes a la narración de otros sucesos harto más dignos de la atención de los lectores. Se cansó muy pronto de las fiestas caras y ruidosas que daba en su casa.
Con estas reflexiones encabezamos nuestro artículo de hoy, porque, no nos perdone Dios nuestros pecados, si no creemos que antes de llegar al último renglón han de haber encontrado nuestros perspicaces lectores el original del retrato que no hacemos.
De modo que eran muchos los objetos que llevaban á palacio al confesor del rey, objetos todos enlazados, que reconocían una misma causa: su amor á la reina. Porque nuestros lectores lo habrán comprendido: el padre Aliaga amaba á Margarita de Austria.
En el momento que vamos a permitir a nuestros lectores que entren en el pabellón, don Salvador y Juanito se hallaban haciendo lo que en el lenguaje técnico de los gimnasios se llaman poleas, ejercicio que desarrolla los músculos de los brazos, ensancha el pecho y abre el apetito.
Y decimos esto para que nuestros lectores aprecien cuánto sufriría la Dorotea agazapada cinco horas mortales, debajo de una escalera, frente á la puerta del aposento de doña Clara, al lado del sargento mayor don Juan de Guzmán, que renegaba y blasfemaba por lo bajo, para que la Dorotea no le oyese.
Para la mujer sólo hay un acontecimiento capaz de producir tales y tan instantáneos efectos: nuestros lectores lo saben y aún mejor nuestras lectoras. ¿Estaría la condesa enamorada? Dejemos que los acontecimientos, próximos por fortuna, vengan á esclarecerlo.
Recordando el rigor, con que la Inquisición llevaba á cumplido efecto sus sentencias, es de suponer que los dramas de Naharro, desde que aparecieron en el índice de los libros prohibidos, desaparecieron al pronto de las tablas, y después poco á poco de la memoria de los lectores.
Sacar a la vergüenza a personajes conocidos, vivos y reales, y revelar al público todos sus vicios y pecados, es uno de los medios más a propósito de que puede valerse un escritor para proporcionarse lectores. Yo tengo por cierto que el Sr. Lasso de la Vega no ha menester de este medio, y por lo mismo me pesa de que le haya empleado.
Palabra del Dia
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