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Actualizado: 1 de julio de 2025
Punteaba unas malagueñas, que ni el Tío planeta; hacia llorar en el polo, como Silverio, y era capaz de dar lecciones gitanas al mismo Antón el pelao.
Es lástima, mamá, que no vivas en la ciudad insinuó como al descuido Raúl: allí encontrarías fácilmente una institutriz que, sin vivir en casa, iría a dar a mi hermana unas cuantas lecciones ya muy suficientes. Ese sería el ideal. Desgraciadamente, en un agujero como éste es imposible. Se engaña usted, señor conde. ¿Cómo es eso? Tiene usted a mano el ideal soñado, señora condesa.
Las lecciones de sus maestros y los libros que le pusieron en las manos, le dijeron que la misión del sacerdote era superior a cuanto podía imaginar su ambición. El más ilustre de los profetas, el precursor San Juan, tuvo la dicha de poner una vez las manos sobre la cabeza de Cristo: él, como sacerdote, le tendría todos los días en las suyas, y le consagraría con sus palabras.
Tenía que asistir á sus clases: sólo le quedaban dos días libres. Desnoyers la escuchó estupefacto. ¿Sus clases?... ¿Qué estudios eran los suyos?... Ella pareció irritarse ante su gesto de burla... Sí; estaba estudiando; hacía una semana que asistía á clase. Ahora las lecciones iban á ser más continuas: se había organizado la enseñanza; los profesores eran más numerosos. Quiero ser enfermera.
Nosotros hacemos mil disparates, y la Naturaleza nos los corrige. Protestamos contra sus lecciones admirables que no entendemos, y cuando queremos que nos obedezca, nos coge y nos estrella, como el mar estrella a los que pretenden gobernarlo.
Y precisamente yo, que no la necesito, tomo todo en serio; no puedo olvidar aquellas lecciones austeras, y me siento invadida por escrúpulos ante la perspectiva de disfrutar demasiados placeres. ¿Es esto lo que me turba? ¿No será más bien el pesar de no constituir el ideal de Huberto siendo para él como el accesorio de una decoración de fiesta?... Pero ¡qué ridícula soy! ¿Por qué preocuparme de tantas cosas?
Carmencita dió sus lecciones con don Juan y bordó su tapicería en un extremo del salón bajo la mirada solícita del solariego, que parecía un poco aliviado de sus achaques. Salvador hizo al enfermo la cotidiana visita, larga y cariñosa, y el maestro y el cura fueron todas las noches, como de costumbre, a hacerle un rato la tertulia a don Manuel.
Pensé que sería, sin duda, el disgusto de abandonarme; pero Gerardo era demasiado franco para dejarme en un error. Tenía un hijo que constituía su única pasión... después de la música... Un joven encantador que, luego de haber oído la relación de Gerardo, creí que sería el hijo de alguna gran señora o alguna princesa a quien él había dado sus lecciones de música.
Pues, ¿y en la procesión, señor Durand? cuando presumía con su cirio, que quería llevar siempre como una espada, a pesar de las lecciones del monaguillo... Pero lo que desolaba sobre todo al señor cura es que el capitán Kernok mascaba tanto, que durante la misa escupía sobre todo el mundo.
Vivir... Vivir es nuestra primera obligación en este valle de lágrimas, y sin embargo... ¡qué pocos hay que sepan desempeñarla!... Se lo dice a usted un hombre que ha visto mucho mundo, que ha tenido, como usted, un corazón del tamaño de hoy y mañana. Conque prepararse, que empiezo mis lecciones.
Palabra del Dia
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