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Actualizado: 21 de junio de 2025
Los remos habían tocado ya el agua, y aún permanecía la lancha atracada á la rampa, y sujeta á ella por un cabo que tenía entre sus manos, por el extremo de tierra, un viejo patrón que contemplaba atónito la escena. ¡Suelte! le dijeron desde la lancha más de una vez, con débil voz.
Cada patrón echa su cartoncito en el lado de la lancha o en el de la casa, y luego se cuentan unos y otros. Si hay más votos para salir, el que quiera puede ir al mar, y el que no quiera puede quedarse; si la mayoría vota por no salir, entonces es obligatorio permanecer en tierra, y al que no cumple el acuerdo se le condena a una multa y se le decomisa el pescado que traiga.
Era blanca la casa, blancas las persianas, blanca la verja, blanca la tienda de campaña de blanco pabellón ya levantada en la playa, blanca la lancha amarrada a la orilla; blancos los rosales que florecían en los cuadros, los geranios que adornaban la entrada y los claveles que perfumaban el jardín.
La lancha avanzaba trabajosamente por el tempestuoso mar. Yo creo que Marcial, si mi amo se lo hubiera permitido, habría consumado la siguiente hazaña: echar al agua a los ingleses y poner la proa a Cádiz o a la costa, aun con la probabilidad casi ineludible de perecer ahogados en la travesía.
Si no se llega a la unanimidad, entonces se somete el fallo a votación, se saca una caja de madera con dos compartimientos y dos ranuras. Junto a una de éstas hay pintada una lancha; al lado de la otra, una casa. La lancha quiere decir que se puede salir al mar; la casa, que hay que quedarse en tierra. La votación suele ser absolutamente secreta.
Cuando la tarde declinó pasaron por delante de San Sebastián. Miguel se esforzaba por ver la boca de la bahía de Pasajes, sin conseguirlo. El capitán se desesperaba porque no aparecía la lancha del práctico.
Y ¿lo sabe anguno, por si acaso?... ¡Retiña!; faltan ojos y tiempo pa mirarlo.... Está usté en un jirvor de espuma, que zarandea la lancha como si fuera cascara de nuez; ese jirvor se levanta, se levanta..., y vuelve á bajar; y al bajar, cae sobre usté; y al caer, usté no sabe si caen peñas ó qué cae, porque quebranta y ajoga al mesmo tiempo; y al abrir usté los ojos, ¡tiña!, ni hombre, ni lancha, ni remo, ni costa, ni cielo, ni ná. ¡Allí no hay más que estruendo y golpes, y espuma y desamparo!...; ¡ni voz para clamar á Dios, porque en aquella tremolina no se oye uno á sí mesmo!
Esto habla muy alto en favor del hombre, que á pesar de su pequeñez, que en el Océano se palpa mejor que en parte alguna, se lanza atrevido á sulcar sus piélagos y abismos, marchando entre tempestades y truenos, solo, en una miserable lancha, porque eso es en el Océano el mas colosal navío, una lancha; allí va el hombre, solo, pero con Dios encima de su cabeza.
Son los mejores guardianes de la isla y la administración lo sabe bien... Apenas vigila el mar, tan peligrosa es la evasión. Nos aprovecharemos de esa confianza... y en cuanto á los tiburones, los desafiaremos... Quinientos metros, ó menos, á nado... Además, iremos armados y la lancha de vapor vendrá en un momento á nuestro socorro.
Mañana vendré á la misma hora... ¿Habrá que pedir nuevo permiso? Es indispensable, aunque ya es usted conocido ¿Y usted me acompañará? Seguramente. Llegaron al muelle donde los remeros dormían en la lancha, expuestos al sol y mecidos por la ola ligera que iba á morir al pie de la escalera.
Palabra del Dia
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