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Lo que ocurrió fue el resultado de la fatalidad más deplorable. La bala que disparó el gaucho penetró por la sien derecha en la cabeza del pobre joven y le dejó muerto en el acto. Grande fue el pasmo y profunda la lástima de todos los cómplices en aquel horror. El mismo Pedro Lobo, disipada de pronto su cólera, se sintió afligido.

Si pido a usted un servicio... un gran servicio que sólo usted puede prestarme, ¿querrá usted? Ciertamente, si puedo hacerlo... y... ¿Y qué?... Y si no hace falta para ello faltar a ningún deber. Por sus labios pasó y se desvaneció la sombra de una sonrisa no exenta de lástima.

Lo que tendrá si acaso, es alguna cosa muy callá y que no lo sienta ni la tierra; pero no debe de ser muy a su gusto, porque la mayor parte de los días tié los ojos así como de haber yorao, y siempre está triste y con cara de pocos amigos; a me da mucha lástima.

¡Si pudiera usted identificar su persona! ¿No conoce usted aquí a nadie? ¿Algún comerciante? No. Es lástima. , , conozco a una persona dijo de pronto Martín , conozco a la señora de Briones y a su hija. ¿Y el capitán Briones, también lo conocerá usted? También. Pues lo voy a llamar; dentro de un momento estará aquí.

«Bien estás donde estás, pedante belicoso», pensaba Desnoyers, acordándose de las conversaciones con su amigo el ruso. ¡Lástima que no estuviesen allí también todos los Herr Professor que se habían quedado en las universidades alemanas, sabios de indiscutible habilidad en su mayor parte para desmarcar los productos intelectuales, cambiando la terminología de las cosas!

Y éstos, a su vez, debieron mirar con lástima a los hombres desnudos y negros que en las costas africanas salían al encuentro de sus trirremes sobre canoas de cueros o de cortezas.

De todas suertes, Ana ya no le tenía lástima; le veía triunfante abusar tal vez de la victoria, humillar al enemigo...; ahora veía ella claro; por lo menos no veía tan turbio como antes. Ella había sido tal vez un instrumento en manos de su hermano mayor.

Pues nada, hija... Que también se había ido a casa de la Villasis la pobre Curra. Y la grandísima tuna de la Mazacán pronunciaba aquel pobre Curra con un aire de lástima, con un acento de chunga, que la compadecida se revolvió furiosa, diciendo con su inocente risita: Pues mira, mujer..., ni dormida ni despierta se me hubiera ocurrido de ti semejante cosa. ¿Y por qué?

Suspendió el trabajo al llegar a ocuparse del precioso tema de Mi cuenta, Su cuenta y Cuenta común, y es lástima que en tan interesante punto lo suspendiese. Lo extraño era que siendo D. José poseedor de los más escondidos secretos de la Contabilidad, no tuviera nada que contar.

A la señora de pueblo le llamó la atención la cabeza del santo, que desde que se ve una vez no se olvida. ¡Oh, qué hermoso! exclamó sin poder contenerse. Miró don Saturno con sonrisa de lástima y dijo: , es bonito; pero muy conocido. Y volvió la espalda a San Juan, que llevaba sobre sus hombros al pordiosero enfermo, entre las tinieblas.