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Actualizado: 9 de junio de 2025
Llegó á Sevilla el embajador Baronet Francis Cottington jueves 20 de febrero de 1631 saliendo á recibirle hasta Ecija, donde le encontró, don Juan de Mendieta «por no auer auisado cuando auia de entrar» pagándose á dicho señor 100 reales por el gesto que hizo.
Jueves 6 de Enero, amanecieron al sur del Cabo Blanco, á cuatro leguas de la costa, teniendo por proa la isla grande que hay antes de entrar en el Puerto Deseado, á la cual llaman algunos Isla de los Reyes, y nuestros navegantes le confirmaron este nombre, por haberla descubierto este dia de la Epifania.
Los jueves la concurrencia era mucho mayor y solía haber dos y aun tres mesas de tresillo. Venían el alcalde, cuatro o cinco de los mayores contribuyentes y el tendero murciano don Ramón, que era la persona más acaudalada del lugar después de don Andrés. Venían, por último, don Pascual, el maestro de escuela, y don Policarpo, el boticario.
El Jueves Santo salía en procesión la Cena, y el Miércoles Santo por la noche estaba expuesta en la cuadra a la veneración de los fieles, quienes con tal motivo tenían entrada franca en la casa, lo cual se llamaba y se llama aún visitar las insignias, y apenas quedaba en el lugar quien no las visitase en la víspera de la respectiva procesión. Y esto si contar con los forasteros.
Avisóles su adalid de los puestos donde habían de acudir: por las mañanas, a la Carnicería y a la plaza de San Salvador; los días de pescado, a la Pescadería y a la Costanilla; todas las tardes, al río; los jueves, a la Feria.
Iba siempre acompañado de Nicolás, y como además no se apartaban de la recogida las dos monjas, no había medio de expresarse con confianza. El primer jueves encontró a Fortunata muy contenta; el segundo, estaba pálida y algo triste. Como apenas se sonreía, faltábale aquel rasgo hechicero de la contracción de los labios, que enloquecía a su amante.
Las señoras de Grevillois no asisten a los jueves de Lacante, pero forman parte del círculo habitual de la Marquesa Leontina de Oreve.
Y, sin embargo, sentíase humillado, adivinando que la verdadera rivalidad entre ellos no era zapateril, sino de otro orden más íntimo y personal, y que en aquella larvada e inevitable rivalidad acaso Belarmino saliese vencedor. Fué el jueves Santo, por la noche. Habíamos cenado en la habitación de don Guillen.
Cuando llegó Magdalena experimenté cierta turbación; no la había vuelto a ver desde el jueves último por la tarde. Era indudable que esperaba ella una explicación; pero me sentía incapaz de dársela y callé. Estaba espantosamente confuso y distraído. Oliverio que no creía que existiera ninguna razón para ser caritativo conmigo me acribillaba con sus epigramas.
Madrid solo brilla los juéves y viérnes santos por su lujo exorbitante en los atavíos de las gentes, las ceremonias cortesanas y dos procesiones muy sencillas por su tren, pero que llaman mucho la atencion por la suntuosidad de los cortejos que las acompañan bajo la presidencia personal de la reina y su consorte.
Palabra del Dia
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