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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Algunos días el Delfín ofrecía regalos y dinero a su amante; pero esta no quería tomar nada. Se le había encajado en la cabeza una manía estrambótica, de que ambos se reían mucho, cuando ella la contaba. Pues la manía era que Juanito no debía ser rico.

Por fin era su novio «oficial»; ya podía hablar con él a todas horas, sin miedo al ridículo de una intimidad falta de garantía. Juanito fue el único que sufrió en aquellos tres días.

Los hombres estaban sentados en buena compañía, con unas cuantas monedas de plata sobre la mesa y una flaca bolsa de piel de gamuza en las manos. Están armando... algún juego. Ya se las arreglan contestó a Juanito y volvió a sus fricciones. Me gustaría ser mano y ganar dinero dijo reflexivamente Juanito, después de un corto silencio.

¡Oh, cuán execrable le resultaba ahora su antiguo ídolo! Y sin embargo, estaba convencido de que todo su odio era una impresión del momento, que se desvanecería apenas se hallase en presencia de la mamá. Es muy difícil desarraigar un cariño de tantos años; y este convencimiento era lo que más desesperaba a Juanito.

Todo pues era júbilo, Pecson mismo se olvidaba de sus pesimismos viendo á la Pepay enseñar sonriendo una cartita; Sandoval y Makaraig se felicitaban mútuamente, solo Isagani permanecía algo frío y apenas se sonreía. ¿Qué le había pasado al joven? Isagani, al entrar en el teatro, vió á Paulita en un palco y á Juanito Pelaez conversando con ella. Púsose pálido y creyó que se equivocaba.

Pero a pesar cíe su tristeza, Juanito seguía adorando a aquel ídolo, ante el cual volvía la cabeza para no ver los defectos, recordando sólo lo que le parecía bueno.

De la cantidad con que cualquier manirroto se proporciona un placer, Juanito Santa Cruz sacaba siempre dos. A fuer de hábil financiero, sabía pasar por generoso cuando el caso lo exigía. Jamás hizo locuras, y si alguna vez sus apetitos le llevaron a ciertas pendientes, supo agarrarse a tiempo para evitar un resbalón.

Las niñas, Rafael y Juanito, unos amigos de aquél... en fin, un buen golpe de gente joven y alegre, que bailaría, cantaría y sabría divertirse sin faltar a la decencia, hasta llegar la hora de la misa del Gallo.

La desgracia reanimaba el sentimiento maternal, dormido durante tantos años en el pecho de doña Manuela. Contemplaba a Juanito con igual expresión que cuando era hijo único y gozaba de todas sus caricias.

Entre los jóvenes reunidos los había optimistas como Isagani y Sandoval que veían la cosa hecha y hablaban de plácemes y alabanzas del gobierno para el patriotismo de los estudiantes, optimismos que le hacían á Juanito Pelaez reclamar para gran parte de la gloria en la creacion de la sociedad.

Palabra del Dia

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