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Actualizado: 2 de junio de 2025
A ésta diéronla, el mismo día de la ejecución del reo, doscientos azotes. El clérigo huyó, con que no lo prendieron.» Los paseos y jardines públicos de Sevilla no dejan de ofrecer materia abundante para ocuparse de ellos, por su historia, su importancia local, las transformaciones que han tenido y los sucesos más ó menos interesantes que en ellos se han desarrollado.
Ningún paseo como la Alameda pudiera, por su extensión y sus condiciones, transformarse en uno de los más agradables de la ciudad, levantando el terreno, variando por completo la antigua traza y formando allí amenos jardines, que serían gala y ornato de la población.
Si leo algun escrito que nombra á Buenos Aires Sus páginas exalan magnético perfume, Y todas las palabras mi mente las asume Como el rocío puro que cae sobre la flor; Y entonces se presentan á mi memoria triste Tus torres, tus jardines, tus calles animadas, Tu cielo hermoso y puro, tus brisas perfumadas, Tu rio, tu horizonte, tu hermoso bicolor.
Era en Septiembre, cuando empieza la primavera en el hemisferio austral, y las calles estaban impregnadas del perfume de flores que exhalaban sus viejos jardines. Volteaban las campanas en las torres de iglesias y conventos, esbeltas construcciones de gran audacia en un país donde son frecuentes los temblores del suelo.
Entró la prófuga sin preguntar, con no poco asombro de Daniela, que al pronto no la conoció. ¿Pero qué significaban, qué eran, de dónde habían salido aquellos jardines, que formaban como alameda de preciosos arbustos desde la puerta, en todo lo largo del pasillo?
La madre del marqués, vestida como una campesina, y sin otro acompañamiento que el de una muchacha del país, pasaba su existencia en estos salones y jardines, recordando al hijo ausente y discurriendo nuevos medios de proporcionarle dinero. Sus únicos visitantes eran los anticuarios, á los que iba vendiendo los últimos restos de un esplendor saqueado por sus antecesores.
Veamos por ejemplo, cómo se excluye el movimiento de las hojas de nuestros jardines con las del jardin de Adan. Las de nuestros jardines, ¿cómo pueden moverse? existiendo, y además, estando sujetas á las condiciones necesarias para el movimiento. ¿Cómo existen?
Vieron campos eternamente verdes, canales rumorosos en los que el agua parecía reir, caminos orlados de altos árboles, casitas blancas... Watson pensaba en los jardines frutales de California, y Robledo en la huerta de Valencia. El norteamericano fué el primero que salió de esta abstracción, señalando mudamente la pieza inmediata, donde se habían instalado los recién llegados.
No me parece que en este pueblo se haya inventado la pólvora. En una calle transversal, las paredes de las antiguas casas hidalgas derrumbadas servían de cerca para los jardines. No se alejaron más porque a pocos pasos estaba ya la guardia.
Paseó al día siguiente toda la mañana por sus jardines, resuelto á no volver á Monte-Carlo. Sentía despecho al recordar la ternura con que Alicia había hablado de su protegido. Era mejor no tropezarse con él. Pero en la tarde le pesó la soledad de su hermosa «villa», que parecía abandonada. Atilio, el pianista, hasta el coronel, todos estaban en el Casino.
Palabra del Dia
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