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Actualizado: 30 de abril de 2025


Raimundo la había rogado, y luego, prevalido del inmenso ascendiente que sobre ella tenía, la había prohibido que se ocupara en ningún menester. Pero ella, burlando su vigilancia, arrastrada de esa inclinación invencible que sienten las mujeres hacendosas hacia el trabajo, no abandonaba sus tareas.

Tales eran sus razones. Alguien podría sospechar pero no probar su invencible repugnancia a todo lo vulgar y plebeyo, y el horror que de ella se apoderaba a la sola idea de poder un día tener un hijo que llevase su ilustre apellido en pos de otro apellido oscuro y rústico de algún ricacho villano.

Las pocas fuerzas que nos quedan, avivadas con el agravio, al mayor poder se podian oponer, y mas favorecidas de la razon que tan claramente está de nuestra parte. Vuestro ánimo invencible en la dificultad cobra valor, y en el mayor peligro, mayor esfuerzo.

No malogremos el don de la vida que Dios quiso otorgarnos. De las condiciones del hombre en el matrimonio no me atrevo a hablar. Siento invencible timidez para tocar este punto, asaz complejo y difícil.

O más bien sofocaba los estímulos de ese instinto invencible que es quizás el sello de humanidad puesto a las criaturas, instinto que nos encarece con elocuente modo las ventajas de vivir, contrapesando los alientos del espíritu, ansioso a veces de la muerte.

Tenía aquel pueblo también, como todos los pueblos, como todos los hombres, su especialidad, su fatalidad invencible, su anankée insuperable, como diría Víctor Hugo.

Pues desde entonces, de mano en mano, fue aquella orden de caballería estendiéndose y dilatándose por muchas y diversas partes del mundo; y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula, con todos sus hijos y nietos, hasta la quinta generación, y el valeroso Felixmarte de Hircania, y el nunca como se debe alabado Tirante el Blanco, y casi que en nuestros días vimos y comunicamos y oímos al invencible y valeroso caballero don Belianís de Grecia.

Un obstáculo invencible parecía haberse levantado entre los dos. Watson tenía el rostro sombrío y evitaba mirar á Robledo.

Entonces sonó, o creyó él oír que sonaba muy recio, la trompeta de su mala fama; era cobarde, como todos los de su ralea; Madrid estaba sin gobierno y con todas las pasiones buenas y malas en mitad del arroyo; apoderose de él un pánico invencible, y de la noche a la mañana se escapó de aquí, dejando sus negocios en quiebra y hechos un bardal.

Vistos por los Ricinos trujillanos, Con ánimo invencible belicoso, Contra aquellos caribes inhumanos Formaron campo grande y poderoso. Venido este negocio ya á las manos, De entre ambas partes fuè muy sanguinoso: Mas siendo los caribes de vencida, Las reliquias se ponen en huida.

Palabra del Dia

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