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Actualizado: 19 de junio de 2025


Me entregué rechinando los dientes de furor, con la cara inundada de lágrimas de angustia y sublevada de asco y de odio, mientras que usted, monstruo, parecía encantado por mis estremecimientos de espanto y de cólera... Cuanto más le rechazaba, más enloquecido estaba usted por la pasión. No parecía sino que era mi resistencia lo que usted apetecía y que gozaba más de su victoria que de su amor.

Rafael, que vas de frente. ¿No ves ninguna luz? Nada. El rojo reflejo de la antorcha chocaba en las enormes bolas de hojas que asomaban sobre el agua o se hundía en el espacio, ahogado por las húmedas y pesadas tinieblas. Así vagaron algunas horas por la campiña inundada. El barbero no podía más; había entregado los remos a Rafael, que también desfallecía de fatiga.

Cuando en él desembarcan, tía Nisca se deja caer en el umbral de la primera puerta que hallan al paso. Con los codos sobre sus rodillas, la cabeza entre las manos, los ojos fijos en la fragata y la cara inundada en llanto, espera inmóvil, como una estatua del dolor, á que el buque desaparezca.

Nieves, que toda era ojos y respiración, para gozar a sus anchas de la luz y los aromas de que estaba inundada la campiña, adivinando la malicia envuelta en la pregunta de Catana, contestó a la de su padre, sonriéndose con la rondeña: Es una salida como otras suyas, por no mentir. Teme que lo sientas si te dice que no la gusta... por lo menos tanto como...

Al fin de la calle del Águila también desmerece mucho el vecindario, pues en la explanada de Gilimón, inundada de sol a todas las horas del día, suelen verse cuadros dignos del Potro de Córdoba y del Albaicín de Granada. Por la calle de la Solana, donde habita tanta pobretería, iba Fortunata a misa a la Paloma, y se pasmaba de no encontrar nunca en su camino ninguna cara conocida.

Cuando me desperté, mi almohada estaba inundada de lágrimas; en todo el día no hice más que ir y venir en torno de mi hermana como una criminal: me parecía que tenía sobre la conciencia una falta grave cometida contra ella. Después de la comida Marta se había recostado por un rato en el canapé, otra vez con su dolor de cabeza.

Preguntó nuestro capitan al cacique, ¿cuanto nos faltaba para llegar á las Amazonas? y respondió, que un mes: pero que la provincia estaba inundada, como ya habiamos experimentado.

La calle de estribor estaba inundada de luz; la de babor guardaba la humedad del mangueo reciente, con una fresca penumbra de galería subterránea. Corría la sombra del buque sobre las aguas unidas y tranquilas, como una silueta chinesca. En su lomo se marcaban los perfiles de botes y pescantes y la masa cuadrangular de la chimenea.

Pensó, pues, que la costura, la fabricación de flores o encajes le cuadraban bien, y no pensó en ninguna otra clase de industrias, pues no se acordaba de haber leído que ninguna de aquellas heroínas se ocupara de menesteres bajos, de cosas malolientes o poco finas. «¡A trabajar, a trabajar! exclamó inundada de aquel entusiasmo que tan fácilmente se posesionaba de su alma. Yo te ayudaré.

Toda aquella gente de los arrabales, al verse en las tinieblas de la noche, con la casa inundada, perdió la calma burlona de que había hecho alarde durante el día. La dominaba el pavor de lo sobrenatural y buscaba con infantil ansiedad una protección, un poder fuerte que atajase el peligro.

Palabra del Dia

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