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Ahora yo tengo para que aun en el mesmo infierno debe de haber buena gente. Y, por no ser para más mi venida, no ha de ser más mi estada: los demonios como yo queden contigo, y los ángeles buenos con estos señores. Y, en diciendo esto, tocó el desaforado cuerno, y volvió las espaldas y fuese, sin esperar respuesta de ninguno.

El Comendador, por lo visto, no ha cumplido aún su tiempo de purgatorio, y eso que murió al empezar este siglo. Algunos entienden que no está en el purgatorio, sino en el infierno; pero no parece natural que, si está en el infierno, se le deje salir de allí para que venga á mortificar á sus paisanos.

No necesito nada, Clara, no necesito más que verte y que me mires con un poco de compasión. Ya que no la merezco, pero hay momentos en que una gota de compasión puede detener a la muerte, puede salvar un alma del infierno... Yo te lo pido, Clara, yo te lo imploro por la memoria de tu madre.

El genio que preside esta anarquía Entre el vapor espeso de la orgía Desparrama en su aliento corrupcion: Aborto abominable del infierno, Ó maldicion tremenda del Eterno Porque el lazo rompimos de la union.

¿De qué infierno habéis salido? ¿Por qué me detenéis? ¿Por qué me habláis cuando huyo de vuestras voces?... ¡Isabel, qué me quieres? ¡Me abandonaste un día y ahora vuelves a , acompañada de una bruja! ¿De qué infierno sales, Isabel? ¿Cuál es tu nombre ahora? ¡Soy Isabel, señor!....

Todo el brío de mi voluntad, toda la fuerza del cielo, todas las penas del infierno no podrán arrancarla de allí. Doña Luz y el amor de doña Luz viven vida inmortal en mi espíritu».

Era un creyente sincero, y la piadosa y severa educación que había tenido le hacía horrorizarse de tal sacrilegio. Se le había pegado el fanatismo de su madre: tenía un miedo espantoso al infierno.

Cuando terminaba la cura, Mario preguntó a su esposa en voz baja: ¿Y tu padre, dónde está? No lo dijo tan bajo que no llegara a los oídos de D.ª Carolina. ¡En el infierno! exclamó con acento rabioso. ¡Allí debía estar ese bárbaro!

Pues señor ¡que vendrá!... En mi casa, señor Foja, una ligera insinuación mía es un decreto sancionado.... Y don Víctor se fue a casa maldiciendo de la hora en que se le había ocurrido asistir a la Junta. «¿Por qué habría ofrecido él lo que no había de cumplir?». «Sin embargo, la palabra era palabra». Tiempo hacía que Quintanar no leía a Kempis, ni pensaba ya en el infierno con horror.

Nada sabían de las ciencias y las artes de la salud y la riqueza en la tierra, teniendo apenas conocimientos rudimentarios de agricultura, pero eran eruditos en milagros y reliquias, y profundamente versados en historias de santos, de brujas, diablos, duendes, fantasmas y sucedidos maravillosos; ignoraban casi toda la historia y la geografía de este mundo, pero sabían perfectamente la historia y la geografía del otro, habiendo llegado hasta determinar la ubicación, la capacidad, la extensión y la población del cielo, el purgatorio y el infierno, y el nombre de los ángeles, que lo tienen, dice Hubbard, "para que la lavandera no les confunda la ropa".