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La posición de Morsamor y de los suyos parecía inexpugnable, merced a su desesperada resistencia y a la consternación de unos contrarios sin caudillo. Pronto, no obstante, se rehicieron estos, fiados en su muchedumbre y aguijoneados por la vergüenza y por el deseo de que la muerte de Balarán no quedase impune. No era como el alcázar de Benarés el edificio en que Morsamor se refugiaba.

Púsose Damián a afeitarle como todos los días, y al sentir sobre la garganta el frío del acero, no pudo contener un estremecimiento de espanto... Un ligero golpecito, un leve movimiento, y correría la sangre, y vendría la muerte, y se acabaría la vida allí mismo, sin auxilio, sin remedio, pasando de la agonía a la sombra pavorosa de eso que llaman eterno, corriendo por Madrid la noticia del crimen de la calle de Alcalá, como había corrido cuatro años antes la del crimen impune y misterioso de la calle del Turco... Y aquel ligero golpecito, aquel leve movimiento, podía determinarlo en la mano de Damián, otro ligerito golpecito del oro de los masones.

Por su desgracia, puso también los ojos en la Reina, y la celebró en sus poesías con nombre fingido; pero aludiendo á ella manifiestamente. No contento con esto, presentóse en un torneo con un traje lleno de reales, y llevando escrita en su escudo esta divisa: «Mis amores son realesEl Rey no podía dejar impune su osadía.

Para ser impune, paladina y descuidadamente rico, era menester ser tirano, señor de horca y cuchillo, o algo por el mismo orden, que diese mucho poder y defensa. Este inconveniente va desapareciendo ya casi del todo. Otro inconveniente, que encuentran en el dinero los corazones extremadamente sensibles y los espíritus cavilosos, es fantástico y absurdo.

Yo preferiria, lo digo con el corazon en la mano, que me magullaran en silencio, á tener que sufrir aquel revés con la obligacion de callarme, por respetos á una exterioridad que no evita ni cura; una exterioridad que da el poder impune de hacerme daño.

¡Bueno he andado yo todo el día! No culpéis, pues, ni á vuestra esposa, ni á vuestra hija, ni á su novio. Yo tengo la culpa de todo, señor Francisco, y yo os prometo que en saliendo de aquí no me veréis más, porque iré á meterme fraile. ¿Y crees que yo dejaré que tu crimen quede impune por mi parte? ¡Ah! ¡queréis dar parte á la justicia! Es mi obligación; me lo manda mi conciencia.