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Actualizado: 7 de julio de 2025


Las desventuradas se encontraban entre dos fuegos y sufriendo angustias imposibles de relatarse por pluma humana. He aquí lo que sobre este punto dice Rodil en el curioso manifiesto que publicó en España, sin alcanzar ciertamente a disculpar un hecho ajeno a todo sentimiento de humanidad.

Si la situación del hombre, si sus alimentos, si sus vestidos no hubieran de cambiar jamás, esas artes, esas ciencias de que nos hablaba D. César serían inútiles y aun me atrevo á decir que imposibles.

Me dice el corazón que , y por supuesto, te doy palabra de honor de que no haré nada, absolutamente nada que pueda enojarte. Vienes a casa de un caballero. Te he querido, te quiero, y haré los imposibles por demostrarte que estoy resuelto a poner remedio a tan dolorosa y difícil situación. Piensa que vas a decidir de los dos para siempre y ven sin miedo y quema este papel. Por Dios, no faltes.

»La mujer se callaba. El marido me dijo, si no recuerdo mal, algo como esto, y muy conmovido: » Señora mía, yo la compadezco a usted con todo mi corazón; yo no dudo de la sinceridad de cuanto nos dice; yo la creo a usted capaz de todo lo que promete, y la aseguro que haría los imposibles por poner las cosas en donde debían estar, si las cosas esas tuvieran remedio a la hora presente; pero con estos mis buenos deseos, que son los de mi mujer, créame, aunque no lo parezca así...

La desproporción entre las estaturas de uno y otro, y entre el conjunto de su apariencia personal, mortificaba tanto al pobre chico, que hacía esfuerzos imposibles y a veces ridículos para amenguar aquella falta de armonía. Encargábase calzado con tacones altos, y se esmeraba en vestir bien y en atender a ciertos perfiles de que sólo se ocupan los dandys.

¡Oh! ¡en mal hora nacido yo, exclamó Miguel de Cervantes, que por donde quiera que voy, siguiéndome va como inseparable compañera la desventura! ¡Oh dichas entrevistas y con alegría de amor en esperanzas gozadas, y antes de ser tocadas, desvanecidas e imposibles!

Sería en vano buscar en ellas los suntuosos edificios de Buenos Aires o Santiago de Chile; al mismo tiempo que las conmociones humanas han impedido el desarrollo material, los sacudimientos intermitentes de la tierra, temblando a cada borrasca que agita las venas de la montaña, hacen imposibles las construcciones vastas y sólidas.

Don Simón de los Peñascales, como todo diputado, y a mayor abundamiento ministerial, recibía por docenas y cada día las cartas de sus amigos y electores, y en todas ellas le pedían algo estos apreciables caballeros, desde un destino hasta un sombrero; desde una recomendación para el otro mundo, hasta la colocación de una nodriza . Porque a un diputado se le considera en su distrito capaz de los imposibles, y, por ende, se le cree, y se le hace, el mejor y más barato agente de negocios en Madrid.

Fingiendo nada más que complaciente atención, Ventura recogía ávidamente aquellos pormenores mundanos. Luego los repasaba con febril actividad en su imaginación inquieta, donde siempre habían germinado vagos deseos de brillo, caprichos fantásticos, aspiraciones imposibles.

D. Benigno hacía los imposibles por impedir que las lágrimas salieran de sus ojos, y ya miraba al lecho, sin dejar de atender con toda su alma a lo que Sola decía, ya estiraba los músculos de su cara, ya en fin ponía diques al llanto queriendo convertirlo en benévola risa. Por último, pudo más su emoción que su dignidad y se llevó la mano a los ojos.

Palabra del Dia

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