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Actualizado: 17 de junio de 2025
Puso manos a la obra, y en menos de diez minutos revoloteaban por el estudio más de una docena de moscas, llevando de una a otra parte el grito subversivo de «¡Muera el padre Bonnet!». La sedición prendió al punto por el amplio recinto, encontrando por todas partes imitadores y aun reformistas; uno puso en rojos papelitos «¡Viva la libertad!», otro se adelantó a poner «¡Abajo los jesuitas!», y un tercero, hijo de un emigrado, destrozó una caja de bombones para estampar en ligero papel azul el grito retrógrado de «¡Viva Carlos VII!»...
Apenas quedó en la coronada villa hombre ni mujer, iniciados en la historia anecdótica de los salones, en aquella historia que Asmodeo y sus imitadores no pueden ni deben revelar por impreso, si bien tiene mil cronistas orales y clandestinos, que no diese ya por cierto, firme y apretado, el lazo que unía el corazón de Beatriz y el de Ricardo, que así llamaban al Conde de Alhedín sus íntimos o los que por tales querían pasar para darse tono.
Más adelante, al hablar de Lope y de sus imitadores, hablaremos también de Artieda. Hacia la misma época, en que apareció el autor citado, se publicaron también los primeros trabajos de otro poeta de Valencia, cuya fama, según se deduce de la mención frecuente que se hace de su nombre, obscureció algún tanto la de su coetáneo.
Y no porque nadie imaginase que podía existir rivalidad entre las modinhas del país y la música de los grandes maestros italianos, ni entre las indígenas y populares cantoras y una diva tan eminente y tan aplaudida en los principales teatros europeos. Todo era por culpa de un desaforado crítico francés, que no ha dejado de tener imitadores más tarde.
14 Porque vosotros, hermanos, habéis sido imitadores en Cristo Jesús de las Iglesias de Dios que están en Judea; que habéis padecido también vosotros las mismas cosas de los de vuestra propia nación, como también ellos de los judíos; 15 los cuales también mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos han perseguido; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres;
32 antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros, como también Dios os perdonó en el Cristo. 1 Así que sed imitadores de Dios como hijos amados; 2 y andad en caridad, como también el Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros por ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave.
Como sucede siempre, quisieron imitarle; mas sus imitadores sufrieron fracasos lamentables. Uno de ellos, un viejo escribiente que contaba veintiocho años de servicio y sostenía una numerosa familia, declaró de repente que sabía ladrar como un perro, y no tuvo ningún éxito.
Los peores zares fueron imitadores de Prusia. En nuestros tiempos, cada vez que el pueblo ruso ó polaco ha intentado reivindicar sus derechos, los reaccionarios emplearon al kaiser como una amenaza, afirmando que vendría en su auxilio.
Los imitadores de Góngora no quisieron ser menos que su maestro. Hállase inserta en las Obras póstumas divinas y humanas, de D. Félix de Arteaga: Madrid, 1641.
4 Estando ciertos, hermanos amados, de que sois escogidos de Dios. 6 Y vosotros fuisteis hechos imitadores de nosotros, y del Señor, recibiendo la palabra con mucha tribulación, con gozo del Espíritu Santo; 7 de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los que han creído en Macedonia y en Acaya.
Palabra del Dia
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