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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Se hizo misántropo. Siempre salía solo, al obscurecer, y volvía pronto a casa. Una noche le llamó la atención un ruido de colmena que venía de la parte de la catedral. Oyó cohetes. ¿Qué era aquello? La torre estaba iluminada con vasos y faroles a la veneciana.

En su buena y plácida cara, iluminada por una mirada de sorprendente inteligencia, no se hubiera podido leer ninguna impresión si el brillo malicioso de sus ojos no le hubiera hecho traición. El cura se divertía. Cuando la abuela lo hubo dicho todo, el padre Tomás clavó un instante sus chispeantes pupilas en las de la abuela y se echó a reír. La abuela dio un salto de indignación.

Después, como si se arrepintiera de haber dicho demasiado, apartó la vista de su sobrino, murmuró algunas voces incoherentes, y volvió á hojear sus papelotes, escribiendo algo y gruñendo siempre, sin dejar de gesticular como si hablara con alguien. Lázaro miró un buen rato la lívida faz del viejo realista, que, iluminada de lleno por la luz, ofrecía fantástico é infernal aspecto.

La huérfana gentil cerró sus ojos, Y hasta arrugó su frente iluminada Por mil destellos rojos, Al pensar en su madre idolatrada... ¡Así Rizal llenó de pensamientos Aquella hora de luz y arrobamientos!... Es arte el de decir hondas tristezas, Revestidas de fuego y de bellezas. De Luna e Hidalgo es el cantor sublime.

Y precedió al joven por unas obscuras escaleras murmurando: ¡Y que por estos quehaceres no pueda yo oír como todos los días la misa del licenciado Barquillos! ¡Válgame Dios! En una habitación magníficamente amueblada, extensa, iluminada blandamente por una lámpara de noche, al través de un cortinaje de damasco, en una ancha alcoba y en un no menos extenso lecho, dormía una mujer sumamente bella.

Entretanto, había ganado posiciones junto a la reja del murallón donde estábamos, una señora gorda, con un peinado de bananas sobre el cual colgaba una mantilla española de chapa, metiendo codo a todos los obstáculos que había encontrado a su paso; la cara, iluminada por una capa de colorete recientemente aplicada, distribuía una sonrisa perenne por todas partes; y metida dentro de un vestido de moirée verde, inflado por un miriñaque movedizo y oscilante, parecía un montgolfier en el momento de elevarse.

Era uno la vista fotográfica, prolija y magistralmente iluminada con colores, de un extenso y magnífico salón oriental, lleno de primores y de peregrinas elegancias. En todo se advertían y se admiraban pasmoso lujo asiático y muy acendrado buen gusto. Se diría que era aquello la prodigiosa cámara subterránea, donde encontró Aladino la lámpara del Genio.

Á fe mía, dijo riéndose Gualtero, que con sus cantos y gritos hacen bastante algazara para anunciar su presencia sin necesidad de guías ni emisarios. ¡Adelante! Á dos puertas se oía el estrépito de la francachela. Entraron por un portalón bajo y al final de estrecho corredor se hallaron en una gran sala iluminada por dos antorchas.

Contemplaba las laderas de la montaña iluminada como por luces de bengala, y casi entre sueños oía a su lado el murmullo discreto del manantial y de la corriente que se precipitaba a refrescar los prados.

También ella salió, pero no podía andar; los pies le pesaban como si fuesen de plomo. Dejose caer sobre uno de los bancos del pórtico y allí aguardó un rato. Estaba ya obscureciendo. Levantose al fin y con paso vacilante se dirigió por la única calle del pueblo hasta la casa que le habían designado. La tienda estaba iluminada por una menguada lámpara de petróleo.

Palabra del Dia

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