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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Yo propongo que nos enlevitemos todos y que constituyamos un gran sindicato con sus diferentes secciones. Luego, un día haríamos, por ejemplo, la huelga de la literatura, y desde la hora convenida no saldría a la calle ni un solo adjetivo. ¡Qué conflicto para el régimen!... Pero ya verán ustedes cómo no hacemos nada.
JARIFA. Toda la casa se huelga De mi bien y tu contento Porque de sólo tu aliento Saben que mi vida cuelga. No te escondas de ninguno. Llegad, besadle los pies. BAJAM. Quien señor de todo es, ¿Por qué se teme de alguno? Con nosotros te has criado, Bencerraje; ¿qué has temido? ¿O acaso estás encogido, Como recién desposado?
Había circulado por el campo la noticia de que aquella tarde, al anochecer, sería la gran revolución, y ellos acudían exasperados por las miserias y persecuciones de la huelga, llevando en la faja una pistola vieja, las hoces, las navajas o las terribles podaderas, que de un solo revés podían hacer saltar una cabeza.
Era un excelente engrasador que, apenas notaba un entorpecimiento en la complicada máquina, acudía á remediar la aspereza con su dulzura y sus buenas palabras. A no ser por él, hubieran surgido varias veces en los talleres la protesta y la huelga.
Si surgía una huelga, apedreaban los conventos de la Orden; si al ir en manifestación por la calle veían á un cura, lo silbaban y lo perseguían; en sus mitins, cuando querían insultar á uno de sus opresores, le llamaban jesuíta. ¿Qué daño podían hacer los Padres á toda aquella gente que pedía aumento de jornal ó menos horas de trabajo?
Pasó días enteros ante las tribunas elevadas en las plazas, donde los clubs se declaraban en sesión permanente y los oradores sucedíanse día y noche, perorando con andaluza facundia sobre la divinidad de Jesús y la subida de los artículos de primera necesidad; hasta que, al venir tiempos represivos, una huelga le dejó en la difícil situación del obrero señalado por sus rebeldías, viéndose despedido de todos los talleres.
No comprendía.... Pero de repente, el corazón le dio dos latigazos, y un sudor frío comenzó a correrle por la espalda: las piernas, cometiendo la bellaquería que solían en los casos apurados, se le declararon en huelga, como si huyeran solas del apuro. El físico, la parte material, le anunciaba un peligro de que su oscuro entendimiento no se daba cuenta todavía. Allí había algo serio; ¿pero qué?
Los gallegos huían á su tierra así que se iniciaba una huelga y aparecía en las minas la guardia civil. Habían venido á ganar dinero y evitaban los conflictos pasando por toda clase de explotaciones y abusos.
Como los sabios ancianos venían algo fatigados de la inocente huelga que habían tenido, el fámulo dejó que reposasen y durmiesen la siesta un par de horas, y luego llevó a Morsamor y a los suyos a la presencia del señor Sankarachária, quien los recibió con distinguida afabilidad y extremada finura.
Cuando surgía una huelga en la montaña y los ferrocarriles paralizados no acarreaban mineral, había que echarles carbón lo mismo que si funcionasen. Aquellos enormes tubos de piedra, con su aspecto de grosera pesadez, eran delicados como juguetes de la industria, y podían inutilizarse al menor descuido.
Palabra del Dia
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