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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Mira que está cargado, Manolo. Ya lo veo, ya respondió éste sonriendo; y volviéndose de pronto: ¿Qué dirían en Madrid, si yo te matase ahora de un tiro? Pepe Castro sintió cierto hormigueo en la espalda, que no era producido solamente por el agua, y rió de un modo extraño. Y que, hoy por hoy, lo podría hacer impunemente siguió muy risueño el marqués . Porque como todos dicen que estoy loco....

Desde entonces el mancebo comenzó a vivir en una inquietud imprevista, a concebir la virtud más difícil y a experimentar en toda su carne, tranquila hasta entonces, un hormigueo de instintos que mareaba por instantes su cerebro como vapor de cubas en el lagar.

La tullida sintió un hormigueo en la palma de la mano, y la estampó ruidosamente en la mejilla de su hija, que se tambaleó, retrocedió escondiendo el rostro, y se fue a sentar en la silla más próxima. ¡Sinvergüenza, raída, eso de no lo aprendistes! vociferó la enferma, algo desahogada ya después del bofetón.

En la ribera de enfrente, los altos hornos de Sánchez Morueta elevaban sus torreones de fundición, sus numerosas chimeneas coronadas por las nubes de humo multicolor. Bajo los extensos cobertizos notábase el hormigueo de varios miles de obreros.

Velarde comprendió al punto todo lo que aquello significaba, el valor inmenso de aquella dicha comprada por ocho cuartos, y una oleada de afectos y sentimientos dormidos se levantó entonces de su corazón, poniéndole de repente delante todo el pasado, con la amargura del bien por nuestra culpa perdido, con la poesía que reviste en la mente de la juventud todo recuerdo, con ese vago hormigueo de sombras queridas que despiertan en la imaginación toda época lejana... En medio estaba su madre, cuyo primogénito era, y en torno sus hermanos pequeñitos, llorando todos, como los había dejado él tres años antes al darles el último abrazo.

Julián, que sufría la inquietud, el hormigueo en la planta de los pies que nos causa la sensación de hollar algo blando, algo viviente, o que por lo menos estuvo dotado de sensibilidad y vida, experimentó de pronto gran turbación: una de las cruces, más alta que las demás, tenía escrito en letras blancas un nombre.

A los dos lados del camino vieron campamentos y campamentos. Dejaron atrás los parques de municiones; pasaron la tercera línea de tropas; luego la segunda. Miles y miles de hombres se habían instalado en pleno campo, improvisando sus viviendas. Este hormigueo varonil recordaba, con su variedad de uniformes y razas, las grandes invasiones de la Historia.

Y no obstante la lluvia y el frío de la noche, permaneció todavía algún tiempo inclinado sobre aquel hormigueo de desconocidos que pasaban de prisa, renovándose sin cesar y a quienes parecía que intereses apremiantes dirigían en pos de objetos contrarios. ¿Estás contento? le pregunté.

Aunque aparentemente sana, estaba herida de incurable enfermedad. Al principio se presentó un síntoma que no acertaron a explicarse las buenas señoras: Algo decía la enferma como hormigueo en la columna medular; algo que descendía, rápido como relámpago, hacia las extremidades inferiores. En ocasiones, vértigos que duraban un instante y que dejaban a la paciente cansada y sin fuerzas.

Desde lo alto de la calle de Alcalá veíase la ancha vía en toda rectitud, blanca de sol, con filas de árboles que verdeaban al soplo de la primavera, los balcones negros de gentío y la calzada sólo visible a trechos bajo el hormigueo de la muchedumbre y el rodar de los coches descendiendo a la Cibeles.

Palabra del Dia

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