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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Los museos militares de Madrid son triplemente ricos, porque, á virtud de las condiciones históricas de España, muy excepcionales, sus colecciones tienen que representar los elementos de combate de épocas y regiones muy diversas y la huella de las dominaciones romana, gótico-arábiga y austro-francesa, que han pesado sucesivamente sobre la sociedad ibérica.
La Francia, tan justamente erguida por su suficiencia en las ciencias históricas, políticas y sociales; la Inglaterra, tan contemplativa de sus intereses comerciales; aquellos políticos de todos los países, aquellos escritores que se precian de entendidos, si un pobre narrador americano se presentase ante ellos con un libro, para mostrarles, como Dios muestra las cosas que llamamos evidentes, que se han prosternado ante un fantasma, que han contemporizado con una sombra impotente, que han acatado un montón de basura, llamando a la estupidez, energía; a la ceguedad, talento; virtud, a la crápula, e intriga y diplomacia, a los más groseros ardides; si pudiera hacerse esto, como es posible hacerlo, con unción en las palabras, con intachable imparcialidad en la jurisprudencia de los hechos, con exposición lucida y animada, con elevación de sentimientos y con conocimiento profundo de los intereses de los pueblos y presentimiento, fundado en deducción lógica, de los bienes que sofocaron con sus errores y de los males que desarrollaron en nuestro país e hicieron desbordar sobre otros... ¿no siente usted que el que tal hiciera podría presentarse en Europa con su libro en la mano, y decir a la Francia y a la Inglaterra, a la Monarquía y a la República, a Palmerston y a Guizot, a Luis Felipe y a Luis Napoleón, al Times y a la Presse: ¡leed, miserables, y humillaos! ¡He ahí vuestro hombre!, y hacer efectivo aquel ecce homo, tan mal señalado por los poderosos, al desprecio y al asco de los pueblos?
Muchas circunstancias históricas, utilizadas en este drama, se refieren en el libro popular, que se titula Historia de la pérdida y restauración de España por Don Pelayo y D. García Jiménez de Aragón, que probablemente hubo de servir á Calderón para escribirlo; pero el poeta ha aprovechado, además, diversos romances populares y tradiciones católicas.
Lo primero que se piensa es que son una mina de donde cualquiera autor de novelas históricas pudiera tomar el legitimo color local, ó mejor dicho temporal, para los sucesos que relatase. Acaso no quede acto de la vida de un municipio y de las relaciones y tratos entre sus habitantes del que no se encuentre algún testimonio en la colección del Archiduque.
Como recuerdo de aquella visita queda hoy un interesante documento, el cual es una carta escrita en japonés, la que fué entregada por los embajadores al Ayuntamiento con toda solemnidad y que se custodia en el Archivo del Municipio para interés de las personas aficionadas á las históricas curiosidades.
El Padre de los Maestros pues tal era su título honorífico gustaba mucho de los poetas, y hasta hacía versos cuando no estaba preocupado por sus averiguaciones históricas. Todos los escritores de la República alababan sus poesías como obras inimitables, siendo tales elogios el medio más seguro de alcanzar un buen empleo en la Enseñanza pública.
A culatazos bajaba la escalinata el rosario de prisioneros, y el dictador los colgaba sin piedad de los árboles de Recoletos, con un cartelón en el pecho: «Por traidores a la cultura y fomentadores de la barbarie pública...» Sin salir del edificio, se daba una vueltecita por los salones del Arte Moderno y entraba a saco en este hospital de monstruos, horrendo almacén de fealdades y ñoñerías históricas.
Tratemos ahora de los dramas de Calderón, cuyo asunto está tomado directamente de la historia, ó, si son invención suya, presentados con circunstancias históricas. Llaman primero nuestra atención los que se refieren á la Península española.
En la dramatización de las noticias históricas, fundamento de este drama, ha usado el poeta de la mayor libertad. Don Alvaro es hijo de Alvarez d'Armada, conde de Abranches, cuya historia cuenta La Clede, en su Histoire du Portugal, y el suceso trágico, que Don Alvaro refiere á Don Pedro de Lara, es la catástrofe del infante Don Pedro de Portugal, trocados los nombres.
Pero esta última suposición se funda en un error manifiesto, no existiendo tampoco pruebas históricas de ninguna especie que autoricen tampoco á admitir la primera, sabiéndose sólo con certeza que le agradaba reunir á su alrededor á los poetas de más talento, y trazar en su compañía planes de comedias.
Palabra del Dia
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