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Pues, señora, en realidad no tengo grandes motivos para estar contento, aparte las atenciones que he merecido de Vd. Yo vine a Madrid para una cosa... y estoy sirviendo para otra. Llegué aquí con una misión delicada... honrosa por el peligro que entrañaba... y estoy casi convertido en capellán de monjas. Harto sabe Vd. que mi propósito era ayudar más eficazmente a lo que todos deseamos.

Aunque se llaman demóticos, ó sea populares, son, á lo que parece, harto difíciles de leer, á causa de las abreviaturas y enlaces y de lo cursivo de las letras. En tiempo de los Ptolomeos fué el mayor florecimiento de este género de literatura, cuyo más brillante fruto es la Historia de Xamris y Neferchoptah.

Y desque fué ya más harto de reír que de comer el bueno de mi amo, díjome: "Verdad es, Lázaro; según la viuda lo va diciendo, tuviste razón de pensar lo que pensaste; mas, pues Dios lo ha hecho mejor y pasan adelante, abre, abre y ve por de comer." "Déjalos, señor, acaben de pasar la calle", dije yo.

Un gran contento físico vino á confundirse, además, con este amor admirativo. Gould estaba harto de sus compañeras de trabajo. Un convencionalismo de la cinematografía americana, inventado no se sabe por quién, exige que todos los actores sean grandes, y las artistas, liliputienses.

Levantóse, en fin, el señor gobernador, y, por orden del doctor Pedro Recio, le hicieron desayunar con un poco de conserva y cuatro tragos de agua fría, cosa que la trocara Sancho con un pedazo de pan y un racimo de uvas; pero, viendo que aquello era más fuerza que voluntad, pasó por ello, con harto dolor de su alma y fatiga de su estómago, haciéndole creer Pedro Recio que los manjares pocos y delicados avivaban el ingenio, que era lo que más convenía a las personas constituidas en mandos y en oficios graves, donde se han de aprovechar no tanto de las fuerzas corporales como de las del entendimiento.

Porque yo ni estoy reblandecido, ni soy ciego, ni sufro de lepra, ni padezco de tuberculosis, ni tengo cáncer ninguno. En cambio, me encuentro resfriado casi siempre y no comprendo por qué razón han de tratarme ustedes con tanto desprecio. Muchas veces, harto de toser y de estornudar, yo he acudido a ustedes en consulta.

¡Qué adelantáis, don Francisco, con sacrificar una mujer más! Seríais vos la primera. Ved por qué no puedo fiarme de vos; negáis lo que todo el mundo sabe: vuestros ruidosos galanteos. Helos tenido con muchas hembras, pero tratándose de mujeres vos sois mi primera mujer. Tal vez os engañáis... tal vez yo no sea más que... como vos decís, una hembra, y harto débil y desdichada.

No tienen poetas como Mosén Jacinto Verdaguer; ni ardientes y fervorosos polemistas como D. Miguel Sánchez; ni entusiastas y candorosos moralizadores, de fecunda inspiración popular, como el excelente P. Claret, harto injustamente ridiculizado por la pasión política y por la ligereza de liberales y librepensadores.

El Vizconde tuvo que irse después por donde había venido, con el contento de que se hubiese reanudado y estrechado tan dulce amistad, y con la melancolía de que fuese ya otra su forma, harto más sutil, depurada y etérea que en lo antiguo.

Contribuían no poco a que se formase este mal juicio las dos señoritas de la casa, cuyo prurito de señalarse entre las demás mujeres y de llamar la atención era harto extremado.