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Tan ricamente había pasado la noche y tan animado le hallé acabando de rezar sus oraciones acostumbradas, que me costó mucho trabajo reducirle a que no me acompañara hasta el portal.

Tan bien le sentaba el embarazo que en aquel momento sentía que doña Rafaela le dio una palmadita en el hombro, lisonjeada hasta un punto indecible. Eso no vale la pena, querido. Para es un gusto el hacerle cualquier pequeño favor como éste. Lo , señora, lo exclamó con voz melodiosa el joven . Pero me siento turbado, porque desde que murió mi santa madre no hallé en nadie tanta dulzura.

Su correspondencia, afectuosa, pero breve, no anunciaba impaciencia alguna con respecto á mi vuelta: fué por esto que me sorprendí más, cuando al desembarcar en Marsella hace dos meses, hallé muchas cartas de mi padre en las cuales me llamaba con una prisa febril.

De vuelta en casa, hallé sobre mi mesa de luz la amable esquela de un estanciero inglés que me invitaba a otra comida, para la próxima semana.

Hallé á la señorita Helouin sola en el castillo. Le llevaba un trimestre de su pensión; pues si bien por mis funciones soy, en general, completamente extraño al orden y disciplina interiores de la casa, las señoras han deseado, sin duda por miramientos á la señorita Carolina y á , que sus sueldos y los míos sean excepcionalmente pagados por mismo.

Pero aunque su virtud se conserve pura, aunque no halle su perdicion y su deshonra en un mar de lágrimas y de desdichas; aunque tenga el necesario desprendimiento de misma para sacrificarse, ¿por qué razon ha de sacrificarse esa criatura? ¿Por qué razon ha de ser su padre quien la sacrifique? ¿Por qué ese martirio sin gloria?

Halléme un día suelto, y sin decir a Dios a ninguno de casa, me puse en la calle; por un agujero de la muralla salí al campo, y antes que amaneciese me puse en Mairena, que es un lugar que está cuatro leguas de Sevilla. Quiso mi buena suerte que hallé allí una compañía de soldados, que, según decir, se iban a embarcar a Cartagena.

»Yo sentíame arrastrado contra mi voluntad por sus palabras; pero aun hallé fuerzas para insistir todavía diciéndole: » ¿Y te parece bien que nos veamos solos y a deshora? » Haciéndolo así durante el día no veo la razón para que no lo podamos hacer de igual modo por la noche me contestó con candidez admirable. » repuse algo confuso; pero de día... » ¿Qué diferencia hay? preguntó.

Cuando haya recibido la educacion literaria de la Europa, cuando se halle cruzada de líneas férreas, cuando llegue el venturoso dia de la abolicion de ese gran crímen social que se llama esclavitud; entónces, que no ahora, será la América un gran pais.

Al fin me hallé frente a frente del administrador, un señor anciano, pálido, bigote y perilla blancos, traza de militar retirado y gorro de terciopelo azul en la cabeza. ¿Qué se le ofrece a usted? Esta pregunta me pareció tan inaudita, tan bárbara, que me quedé clavado en el suelo, mirándole con espanto. Vamos, caballero, ¿qué se le ofrece a usted?