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Actualizado: 17 de mayo de 2025


El halagar a don Antolín era empresa más ardua, y el pobre curita sufría mucho para tener propicio al avaro, que se irritaba si no le devolvían a tiempo sus préstamos mezquinos. El Vara de plata, en su afán autoritario, gustaba de tener bajo su voluntad a un sacerdote, a un igual, para que viesen en las Claverías que no mandaba únicamente en la gente menuda.

Si gasta más de lo que tiene, si evita el trabajo honesto y resuelto que proporciona su salario, en seguida se pone a soñar en la posibilidad de encontrar un bienhechor, un tonto a quien sabrá halagar, a fin de poder usar su influencia en su favor, en imaginarse un estado de espíritu posible en alguna persona probable que todavía no ha dado señales de aparecer.

Quería ser militar, pero su padre se indignaba cada vez que el muchacho hacía referencia a lo que llamaba su vocación. ¿Para eso había trabajado él haciéndose rico? Recordaba la época en que, pobre escribiente, tenía que halagar a sus superiores y escuchar sus reprimendas humildemente con el espinazo doblado. No quería que a su único hijo lo llevasen de aquí para allá como una máquina.

Había que halagar a los «ciudadanos» del sol, tumultuosa y terrible demagogia que llevaba a la plaza los odios de clase, pero con la mayor facilidad convertía los silbidos en aplausos así que una leve muestra de consideración acariciaba su orgullo. Los peones, arrojando sus capas al toro, emprendieron carrera para llevarlo al lado del redondel caldeado por el sol.

Punto en boca, amigo Maltrana: me perdería usted ante el jefe si éste llegase a saber que el prólogo lo ha hecho otro que yo. No tendría confianza en mi, y a usted le conviene que la tenga... Cuando seamos Poder... ¡Ya verá usted cuando seamos Poder! Con estas esperanzas pretendía halagar a Maltrana para que guardase silencio.

Esto fué sin duda lo que le hizo halagar á los disidentes, lo que le obligó á apagar su desenfrenada ambicion y deseo de mando, produciendo entre sus amigos el descontento y la envidia. ¡Amigos!...¡Qué lastimoso abusó se ha hecho de esta bella frase, empleándola sin razon en vez de adeptos al tratarse de aquellos hombres que, como Bolívar, llegan á tener entre sus manos los destinos de una nacion!

¡Gran aliciente para el crimen! La invocación "Jesús, María y José," obrando como una fórmula mágica, salvó a aquél hombre, que no había contraído más mérito que el de halagar la vanidad de la "Trinidad de la Tierra."

Bastaba para esto aparecer como una buena señora, halagar al joven, atraerle, hablarle de Roussel con respeto y de este modo, lo malo que Fortunato diría seguramente de ella sería considerado como prueba de la más injusta malquerencia. Y precisamente había adoptado, desde el primer momento, la línea de conducta más opuesta.

¿Los jefes advirtieron su valor, elogiaron su bizarría, recordando el linaje de mi hijo? , señora; los jefes estaban con la boca abierta presenciando las hazañas de don Diego repuse, por halagar el amor propio de la noble señora, cuyo dolor se atenuaría sabiendo que su vástago había honrado el nombre de Rumblar. ¿Y amabais vosotros a mi hijo?

Si tuviéramos a mano una pluma de los pájaros de rosa que vuelan en el paraíso, sólo con halagar con ella un poco la nariz de nieve de la desmayada, estornudaría tres veces y despertara contenta y salva como de un sueño desapacible; pero como esto no es posible, fuerza será optar entre dos remedios solos que restan.

Palabra del Dia

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