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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Las estancias, todas abovedadas y de poca elevación; los interminables claustros con arquería de medio punto; los muros, gruesos como los de un castillo medioeval; y principalmente la comarca toda ayuna de encantos naturales, pues ostentaba, como únicas galas, extensos magueyales y uno que otro eucalipto en medio de los campos de maíz y de cebada, hacían de la Hacienda de San Isidro Labrador un sitio que a muchos repugnaba, pero que a otros, al contrario, atraía por su misma desnudez y severidad.

Sin aguardar a que Paquito se hiciera licenciado en dos o tres Derechos, habíale adjudicado un empleíllo en Hacienda con cinco mil realetes, lo que no es mal principio de carrera burocrática a los diez y seis años mal cumplidos.

Llamábase don Guadalupe Robles, y su aspecto insolente demostraba bien a las claras que había sido antaño guerrillero audaz y duro cacique. Mucho temí que la Hacienda tuviera pocos atractivos para mi mujer, pero Inés, acostumbrada a las austeridades de su torre castellana, encontró San Isidro Labrador muy de su agrado, y propuso ella misma que fijáramos allí nuestra residencia.

Su primer destino se lo dio Mon, y estuvo en Hacienda con ciertas alternativas hasta el periodo largo de la Unión Liberal.

En aquellos días, amados hermanos míos, desempeñaba una de las principales direcciones de Hacienda, y aun se le indicaba para ministro. En los mismos días veríais repartidos por toda la redondez de la Península número considerable de funcionarios que por llevar el claro nombre de Pez, manifestaban ser sobrinos, primos segundos, cuartos o séptimos, o siquiera parientes lejanos de D. Manuel.

En cuyo concepto, y para ahorro de la real hacienda, considero preciso que V. E. mande retirar á su cuerpo

El, pensando tan ahincadamente en ello, manifestaba a los que le conocieran su flaco, cuánto esmero ponía aquel vampiro de la hacienda ajena para ver aprobadas sus cuentas, y que las diese su amo y señor don Lope por de buena data.

Deseaba llegar a Villaverde, y me sentía tentado de volverme a la hacienda, y huir, huir a las montañas, a los bosques, a ciudades remotas, para no saber nada, nada de lo que acontecía en mi casa.

Dicen los que entienden de Hacienda, que es menester proporcionarse recursos y que no nos los podemos proporcionar con menos sacrificios. Si esto es así, Dios me libre de criticar al Sr. Ministro de Hacienda.

Que todo lo parece en su postura, Y dura condicion, el talle ilustre De la ciudad, la condicion del monte. A pobre escudero me parece, Segun en la galera se trataba, Que de su hacienda no mas, señora.

Palabra del Dia

hociquea

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