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Acudieron a la citación de Emma D. Juan Nepomuceno, Sebastián y otros dos primos. La indignación cundió por todos los presentes. El delito era flagrante: la flauta estaba allí, sobre la mesa, y el hígado de Emma en su sitio, pero hecho una laceria.

La mona se dio por enterada, y volvió a la cocina dando brincos. «A ver dijo la señora hablando consigo misma , ¿se me olvidará algo?.. ¡Ah!, el portamonedas. ¿Qué hay que traer?... Fideos, azúcar... y nada más. ¡Ah!, el aceite de hígado de bacalao: lo que es eso no se lo perdono. A cucharetazos es como se cura esto. Y ahora no habrá el realito de vellón por cada toma.

21 Porque el rey de Babilonia se paró en una encrucijada, al principio de dos caminos, para tomar adivinación; acicaló saetas, consultó en ídolos, miró el hígado. 22 La adivinación fue a su mano derecha, sobre Jerusalén, para poner capitanes, para abrir la boca a la matanza, para levantar la voz en grito, para poner ingenios contra las puertas, para fundar baluarte, y edificar fuerte.

Una marquesa con dejo gallego o catalán, andaluz o madrileño, les resultaba inadmisible, como si las marquesas no nacieran en ninguna parte. Y la pobrecita muda no podría romper a hablar hasta que hubiera desnaturalizado su voz por completo y lograra expresarse como un fonógrafo. Mientras tanto, su madre le cuidaba el acento lo mismo que pudiera cuidarle una enfermedad del hígado.

Si la madre de Juana hace mucho que no figura en las páginas de este relato, es porque no teníamos nada que decir que el lector no haya adivinado. Una palabra bastará, sin embargo, para llenar este vacío. La señora de Latour-Mesnil se moría poco a poco, a causa del bello casamiento que le había hecho hacer a su hija. Sufría de una afección al hígado, complicada con graves desórdenes del corazón.

8 Entonces se acercó Aarón al altar; y degolló su becerro de la expiación que era por él. 10 Y el sebo y riñones y redaño del hígado, de la expiación, hizo perfume, como el SE

Los dolores que en la plata metálica se limitan al sistema de la vida de relacion, en el nitrato de plata se estienden á algunas vísceras: el dolor en estas, consiste principalmente en punzadas vivas y rápidas, cuyo carácter es comun á los dos medicamentos; las punzadas en el lado izquierdo del pecho, en el hígado, en el bazo, en los riñones, en la garganta, en la cual se observa una angina que se desarrolla súbitamente despues de un dolor vivo durante la noche, induce á pensar, en atencion al carácter general del medicamento, que este dolor es debido á un espasmo de los vasos de estos órganos y á un punto de estancacion sanguínea, que es el momento inicial de una flogosis.

Espinel, en su Sátira contra las damas de Sevilla, tratando de las doncellitas de su tiempo: «Luego les duele el hígado y el bazo; luego piden las paxaras del ayre....»

Es, como dice Mariskoff, un excelente resultado para el Erario imperial y queda así vuestra oreja suficientemente vengada. Aquí, comienzan a picar los primeros fríos y ya estamos usando pieles. El buen Mariskoff sufre ahora del higado, pero el dolor no altera su criterio filosófico ni su sabia verbosidad.