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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Pero la suerte, que de otra manera lo guiaba, ordenó que, ya que la capitana llegaba tan cerca que podían los del bajel oír las voces que desde ella les decían que se rindiesen, dos toraquís, que es como decir dos turcos borrachos, que en el bergantín venían con estos doce, dispararon dos escopetas, con que dieron muerte a dos soldados que sobre nuestras arrumbadas venían.
Juan solía tener por temporadas un faetón o un tílburi, que guiaba muy bien, y también tenía caballo de silla; mas le picaba tanto la comezón de la variedad que a poco de montar un caballo, ya empezaba a encontrarle defectos y quería venderlo para comprar otro.
La señora le guiaba hasta volverle a poner en el sillón. Esto se hacía siempre a puerta cerrada; pues antes de escudriñar su tesoro mandaba a Rosalía que echase el pasador a la puerta para que no entrara nadie. Una semana trascurrió desde el día de San Antonio, tristísima fecha en la casa, sin que el enfermo adelantara gran cosa.
La baronesa Fulana iba con el suyo en carruaje, mientras el marido guiaba afanoso los caballos.» No quedaba dama en la corte a quien no le arrancara una tirita de pellejo. No perdonaba siquiera a su esposa.
Titubeó un momento, antes de volver el oro al saco de noche, como si no hubiese comprendido del todo el elevado sentimiento de justicia que guiaba al tribunal, y recelase no haber ofrecido bastante cantidad. Después, volviéndose hacia el juez, dijo: Esta partida la he jugado solo, sin mi socio.
Yo iré, si quieres, ahora mismo á ver á la señora de Freneuse, dijo Tragomer. Sí, querido Cristián, respondió Jacobo sonriendo. Eso te corresponde porque eres el iniciador, el primero que vió en la oscuridad y mostró á Marenval la pálida y lejana luz que te guiaba. Cuando pienso en lo que ha sucedido desde hace seis meses, dijo Cipriano con sencilla expansión, me parece estar soñando.
Con permiso de usted, tío Tomba: hace más de dos horas que estamos hablando. Tengo que continuar la lección. Y mientras el pastor, despedido cortésmente, guiaba sus ovejas hacia el molino, para repetir allí sus historias, empezaba de nuevo en la escuela el canturreo de la tabla de multiplicar, que era para los discípulos de don Joaquín el gran alarde de sabiduría.
Si alguna vez caían sobre su turbada pupila los fatigados párpados, como deslumbrada la vista que admiraba de continuo el panorama espléndido de una vida toda virtud y caridad, al hundir la mirada en los abismos de su alma, encontraba, semejante a un resplandor en el fondo de una sima, la luz que le guiaba a sus destinos.
Primero, habían hablado del tiempo, riéndose de los arabescos caprichosos que trazaban las gotas de lluvia escurriéndose por el cristal; pero el joven, pálido y tembloroso, como si le atormentase algún pensamiento oculto, guiaba la conversación insensiblemente, y Amparito se dejaba arrastrar, segura de que por cualquier camino llegaría siempre adonde ella deseaba.
Los esposos iban sentados en el testero; los asientos delanteros iban vacíos. Entrambos iban silenciosos y pensativos. De repente una voz muy conocida, dijo al lacayo que guiaba á la mula delantera: ¡Eh, conductor de venturas! ¡para, para, que la desdicha te lo manda! El lacayo paró. Una cabeza asomó á la portezuela, y una mano tocó á los cristales. Don Juan abrió la portezuela.
Palabra del Dia
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