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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Tomé la resolución de salir inmediatamente, porque la puerta estaba libre. Al llegar al medio del portal, me dieron un fuerte azote..... con la palma de la mano, y un grupo de cinco ó seis hombres me tapó al mismo tiempo la puerta. ¡Socorro! grité con voz apagada, retrocediendo de nuevo hacia la pared. Los hombres comenzaron á brincar delante de , gesticulando de modo extravagante.

»Ya conocéis la escena de nuestra salida de esta ciudad como prisioneros de los alemanes. La prensa, el libro y hasta el grabado han reproducido esta escena, tributándome con ello una gloria que no merezco. Yo grité.... lo que grité; fué algo superior á mi voluntad, que tal vez me aconsejaba ser prudente. Pero el valor cívico, cuando despierta, no conoce el peligro.

¡Fuera engañosas apariencias! grité yo . Por más que vuelvas a todos lados la vista, no encontrarás más familia que la que en estos momentos te rodea. La condesa con su mirada penetrante quiso imponerme silencio; pero yo no podía callar, y los pensamientos que se agitaban con febril empuje en mi cerebro, afluían precipitadamente a mis labios, dándome una locuacidad que no podía contener.

También me manifestó la noche antes de irse, aquí en esta pieza, donde estábamos sentados fumando, que el secreto estaba archivado en forma de registro cifrado, pero de una naturaleza tal, que ninguno que lo descubriera podría leerlo sin poseer la clave de la cifra. ¡Entonces fue aquí, en estas cartas, donde le dejó estampado el secreto! grité, interrumpiéndolo. Justamente.

Mi memoria no ha conservado de ello sino un recuerdo confuso. Me acuerdo que de repente lancé un grito que hizo estremecer a la misma Marta, que me arrojé junto a su cama y que, apoderándome de sus manos ardientes, grité en un aliento: ¡Sálvame, sálvame, despiértate!

Pero las flores, muchísimo menos amorosas Que esas santas llamadas las madres de los hombres, De la gentil chiquilla y su beldad celosas Acordaron matarla, señor, aunque te asombres. Que a veces la flor mata, como matan las leyes, Así sean las víctimas diosas o hijas de reyes, Así el verdugo luego grite arrepentimiento.

»En seguida se alejó precipitadamente. »Es alguno le dije, que ha querido burlarse de usted. »No, no me contestó haciendo la señal de la cruz; porque me ha parecido oír la voz de Carlos que venía a salvarla. »¡Carlos! exclamé; es imposible. », eso mismo he pensado yo; pero mi corazón me ha dicho que era él. Cuando se alejaba, después de estrechar mi mano, grité: »¡Carlos! ¡Carlos!

Palabra del Dia

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