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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Á mí se me ocurrió la siguiente quintilla, sin embargo de no pertenecer al gremio de los trovadores. Vuelves el rostro bruñido; ¿Qué se te perdió, doncella? Y contestó un atrevido: «No, nada se la ha perdido, Es que se ha perdido ella.» Seguimos hasta la calle de Richelieu, y al doblar á mano derecha, como quien va al boulevart de los Italianos, vemos dos señoras que se apean de un coche.
Mi médico, suaviza mis dolores Hablándome de ciencia y poesía, Como Platon el ático lo haría Perteneciendo al gremio de doctores. Tú en los remedios que haces, viertes flores Que impregna la amistosa simpatía, Y de tu mano brota noche y dia Bálsamo aliviador de sinsabores.
Pero como el mensú parecía gustar realmente de la dama cosa rara en el gremio Cayé ofreciósela en venta por un revólver con balas, que él mismo sacaría del almacén. No obstante esta sencillez, el trato estuvo a punto de romperse, porque a última hora Cayé pidió se agregara un metro de tabaco en cuerda, lo que pareció excesivo al mensú.
Hallábase en lo más entretenido de aquella crítica literaria, tan propia de su oficio, cuando vio que hacia él iban tres individuos de calzón ajustado, botas de caña, chaqueta corta, gorra, el pelo echadito palante, caras de poca vergüenza. Eran los tales tipos muy madrileños y pertenecían al gremio de los randas. El uno era descuidero, el otro tomador, y el tercero hacía a pelo y a pluma.
Creía el valiente veterano de la Ferrolana que, aunque con trabajillos, lograría irse haciendo á los nuevos resabios del gremio, y vivir en paz, si no á gusto, los pocos años que le quedaban de vida; y por conseguido lo daba ya, cuando cayó sobre sus anchas espaldas el peso insoportable de un infortunio con que jamás había soñado.
El paisaje respiraba paz y honrada bestialidad; era una Arcadia moruna. Pero los del gremio no se fiaban; ningún labrador quería las tierras ni aun gratuitamente, y al fin los amos tuvieron que desistir de su empeño, dejando que se cubriesen de maleza y que la barraca se viniera abajo, mientras esperaban la llegada de un hombre de buena voluntad capaz de comprarlas ó trabajarlas.
La nueva ley abolía, es cierto, la antigua matrícula; pero exigía, en cambio, una inscripción que daba á los inscritos privilegios parecidos á los que tuvieron los matriculados; y en cuanto á los cabildos, también quedaba algo, á modo de gremio, para sustituirlos.
Desde Fuenterrabía á Cabo Mayor, había hundido el azote de la galerna en los abismos del mar, TRESCIENTOS OCHO hombres en brevísimos instantes. En este espantoso cúmulo de víctimas, tocábanle SESENTA al gremio santanderino. ¡Jamás la muerte acechó á los hombres con mayor astucia, ni los hirió con más implacable saña!
Serán doscientas familias hoy las de que consta este gremio y habrá pocas, que no sean parientes entre sí por consanguineas o afines; sin que se vea en toda la Ciudad un casamiento de la calle, fuera de la calle.
Fuera del gremio, no conocían á nadie en el pueblo; y de las diversas clases y categorías de éste, sólo citaban alguna que otra vez, pero como quien habla de cosas del otro mundo, á los comerciantes del Muelle.
Palabra del Dia
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