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Ahora la veleta de su fervor apuntaba del lado de la Compañía, y no sabía ir a parte alguna sin el Padre Urizábal, un vasco, compatriota del glorioso San Ignacio, méritos que bastaban para que Dupont se hiciese lenguas de él.

Y, si hemos de hablar con franqueza, así Baudelaire como Bartrina se quedan muy por bajo a infinita distancia de Leopardi, uno de los más admirables poetas líricos que ha habido en Europa en el siglo presente, tan glorioso y fecundo en este género de poesía.

En su glorioso reinado tomó su país ese vuelo, que hasta el siglo XVII hizo de la monarquía española una de las más poderosas y brillantes de Europa; y como los sucesos políticos importantes tienen tanta influencia en el desarrollo de la cultura y del ingenio nacional, no es extraño que los españoles sintiesen nueva y más vigorosa vida, y se pusiesen al nivel de los notables sucesos de esta época.

Hasta Francisco Pizarro, conquistador del Perú, y hasta el muy glorioso emperador Carlos V, resultan toreros.

Esa dijo Lorenzo Fréitas a nuestros cuatro aventureros es la isla de Madera, descubierta por Juan Gonzalves y Tristán Vaz en tiempo del glorioso Infante Don Enrique, instigador y fundador de nuestras grandes empresas marítimas, hoy tan en auge.

Un gran cuadro de talla dorada, adornado con la cabeza de San Pedro, y los escudos pontificales, contenía el diploma más glorioso de la casa, el Breve concediendo la bendición papal en la hora de la muerte a todos los Dupont, hasta la cuarta generación.

De esta doctrina partí yo días pasados al pedir al glorioso San Isidro que intercediese con Dios en favor de Cabezudo, que quería no cayese gota; de Animalejos, que quería cayese sólo un chaparrón; y de Barbaruelo, que quería lloviese si Dios tenía que.

Y ahora diré a Vd. que nada de eso me es ajeno, y que tengo costumbre de honrarme con la amistad de los que se consagran a tan glorioso servicio, es decir, que aunque sólo fuera por esto, le hubiera llamado a Vd.; pero es el caso que, además, vamos a tratar de otro asunto. Mande Vd.

Ya bajo Felipe IV se manifestaban, sin duda, los síntomas, que anunciaban esta disolución nacional, y su política no fué muy favorable ni meritoria para el bien del Estado; pero las muchas y brillantes cualidades de este Príncipe, y sus esfuerzos, dignos de loa, en otros terrenos, lo habían hecho, hasta cierto punto, glorioso.

Nunca se ha visto un despilfarro de vida y de energías más glorioso e inútil. El doctor Zurita protestó de esto último. Inútil no. En lo que se refiere a las empresas de Europa, indudablemente... Pero queda la América, todas las repúblicas que hablan español, y que más allá de sus diferencias de constitución nacional son iguales por su alma y sus costumbres. Ojeda asintió.