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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Empeñada en los amores de D. Lope, y éste, ausente con el Emperador en la jornada de Alemania, vivía huérfana, lejos de los palacios de Granada, alegrando con su presencia los cansados ojos del anciano Gerif.
Gerif, aunque de intento no apremiaba en nada a María por los amores de Muley, con todo ello bien la demostraba el placer que habría viendo así unidos los últimos vástagos de los Granadas, como decían los cristianos, o de los Benezeritas, según los genealogistas árabes.
Si, como es presumible, viendo enemigos en campaña, Gerif resuelve estar a la defensiva sin desamparar muy mucho los muros de su casa, ya tiene encima corredores que le batan la estrada muy de cerca; y si temeroso y cauto en demasía, ha determinado levantar puentes y rastrillos y declararse en asedio formal, ya le he escurrido entre los propios suyos tal espía, que muy presto nos informará de todo movimiento enemigo.
Luengo espacio confirieron los antes conocidos y ahora nuevamente confirmados amo y escudero, sobre los medios de poner en práctica una entrevista con María, ya indudablemente celada, y muy de cerca puesta en custodia por Gerif, su tío, desde los sucesos de la noche.
El venerado D. Antonio Gerif, pariente de los destronados reyes de la Alhambra, siguió el camino diciendo estas palabras, acompañado de una inclinación respetuosa del soldado y del muchacho; pues este poder tienen los grandes infortunios de las personas elevadas, que imponen el respeto hasta a los mismos enemigos.
No estaban ociosos en tanto los ruegos del amante, ni sus lágrimas escaseaban, ni sus encarecimientos disminuían; pero por más que representó don Lope el peligro de que fuese ella importunada por Muley, suplicada por Gerif y obligada por todos a cosa que aguase las esperanzas de entrambos, con todo, pudieron más en María las imaginaciones de ser mirada con menos valer que debiera por parte del padre de su amante y de su linaje orgulloso.
Ya se disponía saltando a recibirla, cuando María, oyendo las razones lastimosas de Gerif, anudada de dolor la garganta, y ahogando el pecho con mil suspiros y angustias, vacila y se detiene, y olvidada de todo, resuelve volver al querido tío, abrazarlo y no desampararlo. Tales quejas le habrían quebrantado un pecho que tuviese de pedernal, no que el suyo tan lleno de agradecimiento y piedad.
María pasa cotidianamente y a esta hora por este mismo sitio, viniendo de los huertos que para su recreo tiene Gerif en esas quiebras del valle.
Cuáles fueran los pensamientos y contrarias resoluciones que estos acentos levantaron en los ya recelosos e inquietos corazones de las diversas personas del festejo, no es cosa que se sujetaría a fácil explicación: basta decir que María esperaba, que el soldado reía, que amenazaba Muley, que Gerif se inquietaba, el usurero temía, y que todos, ya curiosos, no ansiaban por mejor cosa que ver con los ojos aquella persona que tan bien halagaba los oídos con su canto y su destreza.
Algo más de colérico hubiera dicho el moro, a no haber llegado el viejo Gerif, quien, apoyándose en aquellos dos reales vástagos de su familia, los hizo andar hacia la aldea, él pensando en las grandezas pasadas de su estirpe, el mancebo en su engrandecimiento futuro y María en el bien pasado, las angustias presentes y en lo incierto del porvenir.
Palabra del Dia
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