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Actualizado: 14 de junio de 2025
Dijo esto repetidas veces antes de volver al hotel, y lo pensó durante toda una noche de vigilia, cortada por pesadillas angustiosas. Bien avanzada la mañana le despertaron del sopor final las trompetas de los bersaglieri. Pagó su cuenta en el despacho del gerente y dió la última propina al portero, anunciándole que horas después vendría un hombre del buque á llevarse su equipaje.
Ellos pagaban lo mismo que los demás: a bordo todos eran iguales, y su república valía tanto como cualquiera otra de América... Los camareros, azorados cual si fuese a estallar una conflagración internacional, salían a toda prisa al comedor y regresaban trayendo con ellos al mayordomo, sonriente y confuso a la vez, como un gerente de restorán de moda que implora perdón por olvidos en el servicio.
El hombre de la taquilla, después de apretar la mano repetidas veces al gerente y al ingeniero y de hacer un sinnúmero de saludos con su gorra galoneada, se dirigió en voz alta al maquinista: Ya puedes arrancar, Manuel.
Periquito Miranda, que a causa de la desavenencia de su padre con los del Saloncillo, padecía una peligrosa retención de lirismo, se alivió notablemente insertando en él un sinnúmero de sonetos, sáneos, acrósticos y otras diversas combinaciones métricas, destinadas a pregonar su adoración platónica a la señora del gerente de la fábrica de aceros, una francesota grande y pesada como un elefante, que le hubiera metido fácilmente en el bolsillo.
La luz de aquella tarde triste de febrero desaparecía con rapidez, y al darnos vuelta lentamente para bajar e informar al gerente del establecimiento del fin desgraciado que había tenido un pasajero, noté que en un rincón estaba la maleta del muerto, y las llaves colocadas en sus cerraduras.
El general y el gerente son hombres muy sinceros, no hay que dudarlo, pero ni la nación ni la sociedad depositarán ya en ellos jamás su confianza. ¿No teme usted, amigo Aldama, que el público haga con usted lo mismo?
En efecto, el gerente y el ingeniero tardaron poco en aparecer, conversaron unos instantes con el expendedor y se metieron en un coche reservado, algo menos sucio que el que a Andrés le tocó en suerte.
Solicitó y obtuvo para su hermano el destino de gerente de una pequeña sucursal del Banco de la Nación, en el Tandil, interesante pueblo de la provincia de Buenos-Aires. Y fuese con él y con Coca a establecerse en el pueblo. Adolfo había protestado. Yo no puedo permitir, Laura, que tú vayas a soterrarte, en plena juventud, en un pueblo de campo.
Palabra del Dia
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