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Ya no estaba en el colegio. Su vida era la de un estudiante de familia rica que remedia la parsimonia de sus padres con toda clase de préstamos imprudentes. Pero Madariaga salía en defensa de su nieto. «¡Ah, gaucho fino!...» Al verlo en la estancia, admiraba su gentileza de buen mozo.

La colonia escocesa que Rivadavia fundó al sur de Buenos Aires lo prueba hasta la evidencia; ha sufrido de la guerra, pero ella jamás ha tomado parte, y ningún gaucho alemán ha abandonado su trabajo, su lechería o su fábrica de quesos para ir a corretear por la Pampa.

Luego añadió, como si emplease un argumento supremo: Usted, don Carlos, deja pasar á todos. A todos menos á ti contestó Rojas agresivamente . Si te encuentro otra vez en mi estancia, te saludaré á balazos. Esta amenaza acabó con el hipócrita respeto del gaucho. Miró á Rojas despectivamente, y dijo con lentitud: Es usted un viejo, y por eso me habla así.

De aquí que muy a menudo sus conversaciones con Pedro Lobo, más frecuentes cada día, fuesen una acalorada disputa. Soliviantado el espíritu de Rafaela por la contradicción, extremaba su doctrina casi tanto como extremaba la suya el gallardo gaucho.

El baqueano es un gaucho grave y reservado, que conoce a palmos veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas. Es el topógrafo más completo, es el único mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de su campaña. El baqueano va siempre a su lado.

Ya no pensó en el gaucho, mas no por esto desapareció de su memoria el recuerdo de la noche anterior. Algo había sucedido al romper el día, cuando empezaban á marcarse luminosamente las rendijas de su ventana; y esto lo había percibido confusamente, como todo lo que pasa cuando los ojos se resisten á abrirse y el pensamiento vacila entre el sueño y la vigilia.

Al saber que su compatriota iba á volver á Salta por la Puna de Atacama, el gaucho, que era hombre de honor, incapaz de olvidar sus compromisos, pensó en la antigua deuda, que le preocupaba con frecuencia y hasta algunas noches le había quitado el sueño. Mientras obsequiaba á su compatriota en un café de Antofagasta, le fué explicando su asunto.

Es un pobre gaucho, con todas las imperfecciones de forma que el arte tiene todavía entre ellos, y con toda la falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica, descubriéndose frecuentemente entre ellas apenas una relación oculta y remota.

Luego fué hasta su cabalgadura, desatando de la silla el lazo regalado por la hija de Rojas. Llevándolo en su diestra dió un rodeo á través de los matorrales, hasta venir á colocarse detrás del gaucho. Esta corta marcha le produjo intensos dolores. Varias veces las ramas espinosas se engancharon en su hombro herido.

Despojado de sus laureles por la mano de los mismos a quienes ha salvado, y arrojado indignamente de la cabeza de su ejército, se salva de entre sus enemigos en el Entre Ríos, porque el cielo desencadena sus elementos para protegerlo, y porque el gaucho del bosque, Montiel, no se atreve a matar al buen manco que no mata a nadie.