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Ya no era la señorona del siglo pasado representada por la Plaza Mayor: tampoco era la revoltosa ciudadana del siglo XVI, que gritaba y luchaba en el Corrillo de la Hierba: ya era una dama gótica, tan severa como triste; mucho más triste, á decir verdad, que en la Calle de Zamora.

Recuerda el pensador los esculpidos respaldos del coro de una gótica iglesia, en los que la madera labrada bajo la inspiración de la fe, presenta, en una faz, escenas de una vida de santo, y en la otra faz, ornamentales círculos de flores.

Pues el señor se va a poner cátedra a la condesa de Cotorraso, que desea hablar con él, y usted se viene conmigo a ver una catedral gótica que el pirotécnico va a quemar ahora mismo dijo colgándose con desenfado del brazo de su amante. Alcázar se sintió feliz.

¡Pero qué divina, Ana, pero qué divina! le decía a la Regenta cara a cara, y con voz gangosa, la hija mayor del Barón, Rudesinda, que según don Saturnino Bermúdez, era una belleza ojival. En efecto, parecía una torrecilla gótica, aunque, por ciertas curvas del busto, sobre todo del cuello, a la Marquesa se le antojaba «un caballo de ajedrez».

En el antecomedor lucía un gran cartel pintarrajeado con una pareja danzante y una inscripción gótica en alemán y en español: «Esta noche baile.» Y el anuncio parecía esparcir por todo el buque un regocijo de colegio en libertad. «Esta noche baile», repetían las personas de grave aspecto, como si se prometiesen un sinnúmero de misteriosas satisfacciones.

Sorprende en verdad que teniendo España en el siglo XIV una arquitectura tan bella, tan gallarda, tan cristiana en su fisonomía como la gótica del segundo período, fuese ese rey á servirse de la sarracena para labrar la capilla real de Córdoba; pero si bien lo consideramos, este hecho nada tiene de estraño.

Pasaba Gallardo ante los ventanales de los cafés, saludando a sus entusiastas, que le respondían con grandes manoteos para que entrase. «Ahora güervo.» Y no volvía, pues se metía en una sociedad de la misma calle, un club aristocrático, con domésticos de calzón corto, imponente decoración gótica y servicios de plata sobre la mesa.

Nada mas extraño que la fisonomía de esa ciudad, simultáneamente gótica, árabe y gitana, artista y fabricante, religiosa y voluptuosa, rica y harapienta, llena de jardines y de miserias,-bella y horrible, animada y cadavérica, esperanza y escombro al mismo tiempo. Allí todo es contrastes, conjunto de los tipos mas diversos, rasgos de la mas compleja fisonomía social que puede hallarse.

No, señor, y es lástima contestó Luna con igual seriedad . Pero ya la encontrará usted en otra catedral. Aquí no podemos tenerlo todo. En la Sala Capitular, mezcla de arquitectura árabe y gótica, admiraban los visitantes la doble fila de arzobispos toledanos pintados en la pared con mitras y báculos de oro.

La marquesa de Sabadell contestó el hermano. La beata dejó escapar una exclamación de asombro, y con cierta compasiva admiración siguió a la dama con la vista, hasta verla desaparecer por la gótica puerta del antiguo solar de Loyola.