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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Rodeado por un grupo de máscaras estaba el simpático don Feliciano Gómez. Su gran pirámide de cabeza monda y reluciente, descollaba soberbia por encima. Eran mujeres las que formaban círculo en torno suyo, armando algarabía insufrible. Las bromas que le prodigaban tocaban a menudo en la injuria.

La cena fué mucha y buena, y serian de mesa hasta ciento, y porque no la vi no sabré decir los personages della: bien se podria creer que Ruy Gomez y la princesa estarian con mucho contentamiento desta solemnidad, que en Córdoba se ha celebrado bien por las pecas que en ella ha habido desta manera, aunque se debe todo á los ginetes, que cierto fueron lucidos.

Esta queja en efecto elevaron al rey D. Fernando IV en las córtes de Valladolid la mayor parte de los obispos y cabildos de todos los reinos, y en vista de tan justa y debida representacion, mandó el rey librarles la carta que trae Gomez Bravo en su Catálogo de los obispos de Córdoba, cap. VI, lib. 3.º El obispo D. Gil.

La condesa de la Villanera le levantó como una pluma y lo arrojó suavemente sobre los almohadones. Hija mía le dijo con emoción mal contenida , te presento al marqués de los Montes de Hierro. Germana cogió al niño por la cabeza y le besó dos o tres veces. El pequeño Gómez recibió aquellas caricias con agrado y aun creo que le devolvió un beso.

52. Ya habia entrado Octubre, cuando compuestas algunas discordias y desconfianzas que los indios tenian entre mismos se juntaron finalmente las tropas de los pueblos, y el dia 4 se presentaron delante del enemigo, y enviándole á Gomez Freire unas cartas, le declararen la última resolucion, que era defender valerosamente las tierras de sus antepasados, y por tanto que se volviese en paz á su casa, y que tuviese para sus cosas, dejándoles á ellos lo que era suyo: y que si él deseaba tanto la paz (porque como habia informado por varios correos, queriendo engañar los indios, decia que él jamas habia venido

Pero al volver la vista al grupo que acababa de dejar, viendo una porción de ojos risueños fijos en él, se puso repentinamente serio y mohíno. ¡Qué partido tiene este Granate entre las chicas bonitas! exclamó Paco Gómez. Ya se lo decía yo el otro día. «Usted no necesitaba para nada ir a América habiendo mujeres ricas en el mundo. Usted tiene la fortuna en la fisonomía

Por daros el alma ¿Fué agravio que ansí La tratáis agora, Sin más advertir Mi honor ni mi amor? ¿No miráis que os di De entrambos las llaves? ¿No habláis? ¿qué decís? Señor Gómez Arias, Duélete de , Que soy niña y muchacha: Nunca en tal me vi.

El órden que se dió, que desistiese Del mando y del gobierno que tenia, Y al Cabildo y Consejo se le diese, Que aquestos dicen todos convenia. El Gomez, que fué causa que hiciese Don Diego la contada demasia, Y fuera al parecer su grande amigo, En viéndole sin mando, fué enemigo.

Y luego, no bien cesó de hablar ésta, se apresuró a decir en voz alta, con marcado aire de triunfo: ¿Lo ven ustedes?... ¿Lo ven ustedes cómo era lo que yo decía?... Lo mismo, lo mismo que está diciendo Curra fue lo que me contó a García Gómez.

Así, pues, viva usted en paz, ténganos un poco de cariño y ayúdenos a cumplir nuestro deber hasta el fin. El viejo Gil, que la condesa había traído para que le sirviese, ha caído enfermo de las fiebres de Italia, aunque ésta no sea la estación de las fiebres. Es un enfermo más y un servidor menos. »La alegría y la salud tienen una magnífica representación en la casa: el pequeño Gómez.

Palabra del Dia

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