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Se embarcaron hombres, mujeres y niños en un buque inglés; pero un temporal lo volvió de nuevo a las costas de Mallorca, y los fugitivos fueron presos.

Déjame que yo lo arregle; no sabes adonde llega mi habilidad; figúrate que estás hablando con la mismísima diplomacia. El ablandaría poco a poco a la fiera. Mientras ellos no fueran por allá, no correrían peligro alguno. El Mosco permanecía en sus territorios y juraba no volver a Madrid, por no encontrarse con los fugitivos. Le enfurecía que le hablasen de ellos.

De pronto una nubecilla blanca apareció en una de las bordas del navío y un instante después llegó á oídos de los fugitivos una pequeña detonación. Nos han visto, dijo Tragomer. Es un tiro de fusil para llamarnos la atención. Nos observan, sin duda, con un anteojo, pero no están seguros de que seamos nosotros. ¡Respondámosles!

Don Juan se acerca entonces á la orilla, cuando el navío levanta el áncora; descubre que ha sido engañado, y se precipita en las olas para alcanzar á los fugitivos. En el acto tercero, la acción es otra vez en Gaeta.

Cangapol hijo de Cacapol, fué perseguido y alcanzado; pero los españoles no se atrevieron á atacarle, aunque eran dos veces mas numerosos, porque ellos y sus caballos estaban de tal modo cansados, en una marcha de 40 leguas, sin tomar refresco alguno. Los moradores de Buenos Aires, teniendo aviso anticipado de este ataque, por los fugitivos, se vieron en la mas terrible consternacion.

Vinieron seis soldados fugitivos, Y no pudieron mas, porque los atan De noche, y dicen quedan treinta vivos, Que despues que una vez prenden, no matan. Con ellos no se muestran muy esquivos, Y si les sirven bien, no los maltratan; Pero si sirven mal,

¡Á nosotros! gritó Tragomer levantándose sobre el agua. En torno de los nadadores aparecían de nuevo luchando con las olas el vigilante y los remeros. En este momento unos brazos vigorosos se tendieron hacia los fugitivos y anhelantes, sofocados, casi sin vida, Cristián y Jacobo fueron izados á la lancha salvadora. ¡Te kere! dijo el timonel. Los marineros se echaron al fondo de la lancha.

De esta manera emprenderían la marcha hasta la «joyá» adonde había ido Pepazos a recoger las yeguas, y después tomarían el rumbo que más acercado creyeran al que pudo tomar él, corriendo detrás de los fugitivos animales. Por de pronto, ya había la casi seguridad de que el camino le habían llevado uno y otros cuesta arriba.

En las ramas de los arbustos se ven nidos de pájaros: todo un mundo de fugitivos puebla este asilo, en donde se encuentra abrigo y comida.

Describía minuciosamente la primera bandera tomada al enemigo, como si fuese un traje de elegancia inédita. Ella la había visto en una ventana del Ministerio de la Guerra. Se enternecía al repetir los relatos de unos fugitivos belgas llegados á su hospital. Eran los únicos enfermos que había podido asistir hasta entonces.