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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Ferragut avanzó por una calle solitaria, entre dos filas de árboles de fresco trasplante, que empezaban á dar su primer estirón. Miraba las fachadas de las «torres», hechas de bloques de cemento imitando la piedra de las viejas fortalezas, ó con azulejos que representaban paisajes de ensueño, flores absurdas, ninfas azuladas. Al descender del tranvía había adoptado una resolución.
El aperador, los capataces, el mulero, los trabajadores principales y más constantes en el servicio del amo, se juntan allí por la noche, en invierno, en torno de una enorme chimenea de una gran cocina, y en verano al aire libre o en algún cuarto muy ventilado y fresco, y están holgando y de tertulia hasta que los señores se recogen.
Mujer servicial, de buen semblante, cutis fresco, tenía los labios siempre ligeramente apretados como si creyera estar en el cuarto de un enfermo en presencia del médico o del pastor. Pero no lloriqueaba nunca; nadie la había visto nunca derramar lágrimas.
A las cinco se sirvió la comida. Las mestizas no se presentaron. La mar se había rizado á las caricias de un fresco Noroeste. Los balances cada vez más sensibles avivaron la comida, que fué servida en la cámara.
Siguió por la calle adelante despidiendo alegría de su rostro fresco; y entrando en la tienda de Sobrino, empezó a ver cosas y a dar sobre todas ellas su parecer, encareciendo unas, desdeñando otras, no harta nunca de ver y de comentar. «Que me lleven esto a casa... Vaya, Sr.
En el Louvre se conserva hoy un cuadro que representa á san Bernardo dictando las reglas de la Orden, que es una de las más acabadas obras de Herrera. Este, muy anciano ya, marchó á Madrid en 1650, donde se estableció y ejecutó algunas obras al fresco y no pocos grabados, impresos en diversas obras.
O yo no comprendía la caridad, y me engañaba. O yo no comprendía el amor; y me engañaba también. Esto quería decir, que respecto a ciertas sensaciones, mi corazón era inocente, o mejor dicho, estaba virgen. Lo que sí puedo deciros es: que el recuerdo de Amparo se fijó en mi pensamiento, fresco, puro, consolador, lleno de encantos y de consuelos.
En el techo pintado al fresco, veíanse las figuras de San Ignacio y los Padres más famosos de la Compañía, todos entre nubes, revoloteando camino del cielo.
Allí no se conocía fresco, bueno y a diario, más que la leche y sus preparados... precisamente lo que estaba reñido con los gustos de mi paladar y con los jugos de mi estómago. Pocas noches he pasado en mi vida tan largas, tan tristes y de tan insoportable desasosiego, como la de aquel día.
Si doña Lupe se hubiera abalanzado a ella para pegarle, se habría dejado castigar. «Hace usted bien en largarse añadió la otra ya en la puerta . No seré yo quien la detenga... Viento fresco. ¡Qué casa esta y qué matrimonio! Nada me coge de nuevo... porque, lo repito, a todos engañó usted menos a mí».
Palabra del Dia
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