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Actualizado: 24 de junio de 2025


Iban caminando así hacía un cuarto de hora, en silencio, cuando Catalina, después de haber puesto muchas veces freno a su lengua, no pudiendo contenerse más, exclamó: Doctor Lorquin: puesto que nos tiene usted aquí, en el fondo del Blanru, y que puede usted hacer de nosotros lo que quiera, ¿quiere explicarme por qué se nos conduce por fuerza?

Después pronunció ardientes palabras de amor, y roto ya el freno de su bien utilizada hipocresía, se abalanzó a María Antonia, que le atraía con los ojos y le embelesaba con blanda risa, medio abierta la húmeda boca y dejando ver los iguales y apretados dientes, que parecían dos hilos de perlas. El la estrechó frenéticamente entre sus brazos y buscó los labios de ella con sus labios.

Si en la conversación, o en aquellas polémicas que con su familia tenía a las horas de comer, se le escapaba una palabra más alta que otra, luego sentía remordimientos de haberla pronunciado, y si no la recogía, pidiendo perdón de ella, era porque la timidez le ponía un freno.

Bien podía afirmarse que empezaban a las siete, porque la Sra. de Figueredo rara vez dejaba de tener convidados a comer, agasajándolos con cuantas delicadezas gastronómicas puede inventar y condimentar un buen cocinero, sin freno ni tasa en el gasto.

Era víctima de una educación mal dirigida que había tratado ante todo de hacer de él un hombre brillante, pero no un simple hombre honrado en la alta acepción de la palabra. Indulgente, pero firme, la de Candore no vacilaba nunca para hacerle sentir el freno y la brida cuando se trataba de su salud, de su fortuna o de su porvenir, pero sin cuidarse seriamente del lado moral.

Cuando lo sublime corre sin freno, suele tropezar en lo ridículo y caer en la caricatura. ¿Qué no puede, sin embargo, el brioso ingenio nativo, aunque se lance y se despeñe por los más extraviados vericuetos? Barroca, caricaturesca es la oda titulada El monstruo.

La historia de las desgracias humanas y de los extravíos a que puede entregarse un hombre cuando goza del poder sin freno, se engrosará en Buenos Aires de horribles y raros datos. Sólo he querido pintar el origen de este Gobierno y ligarlo a los antecedentes, caracteres, hábitos y accidentes nacionales que ya desde 1810 venían pugnando por abrirse paso y apoderarse de la sociedad.

Restablecido á pesar suyo el sistema constitucional, tascó el freno, disimuló como él sabía disimular, guardando el veneno de su rabia, devorando su propio despecho, encubriendo sus intentos con palabras que nunca pronunció antes sin risa ó encono.

El hidalgo apretó de nuevo las riendas y trató de dar la vuelta á su casa, pues no á otra cosa había venido que á saber noticias de su primo y sobrina. Pero los alegres conspicuos que veían frustrada su esperanza no lo consintieron. Cinco ó seis manos acudieron solícitas á tener al rocín por el freno y más de veinte bocas comenzaron á instar á D. César para que se apease un momento.

Si has pecado, puedes arrepentirte para eso existen los templos ; en modo alguno rechazar tu religión, sin la cual carecerás de todo freno y creerás que todo te está permitido. Tal vez me haga ladrona o algo peor todavía... Desde el momento en que no soy cristiana... El grueso comerciante sentóse, y dijo a su vecino: ¡Imposible hacerla entrar en razón! ¡Tiene la cabeza demasiado dura!

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