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Actualizado: 5 de junio de 2025


A su tío, a Gabriel, que iba para santo, y sin embargo, después de hacer la guerra como un lobo, rodaba por el mundo lo mismo que los gitanos. Gabriel no protestó del concepto que la tía se forjaba de su pasado. Y después de la fuga, ¿qué ha sabido usted de la chica?

La soltera le parecía más bonita y más distinguida; pero estaba enojadísimo contra ella. Allí que no se forjaba ilusiones: allí que no le cabía la menor duda. Inesita no había hecho más caso de él que de un perro callejero.

Yo imaginaba... ¡loco desvarío! que acaso un tiempo fuera tan dichoso que junto á la viera unida en santo lazo, y me forjaba verla en mi hogar, partiendo mi destino, que mi nombre sus labios bendecian, que «hija mia» mi madre la llamaba, y que «madre» mis hijos la decian... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Lloras? Tu corazon he destrozado... ¡Si supieras lo que yo he llorado!...

Cierto es que, cuantas ideas ella se forjaba de antemano, estaban relacionadas con las de la fealdad y la vejez, a fuerza de oír decir a sus compañeras que su protector no podía ser más que un viejo gotoso, extravagante y contrahecho.

Por ventura se forjaba la ilusión de que correspondían perfectamente al ciclópeo torso y a su espíritu altanero. Preguntome por algunos personajes del carlismo que él había conocido, y dio la casualidad que siempre me había hallado algunas leguas distante de ellos. En cambio le hablé largamente del Pretendiente, a quien conocía por las fotografías, y de su esposa D.ª Margarita.

Fray Miguel no veía ni se forjaba en la mente un campeón que todo lo dirigiese y que se llevase la palma. Por bajo del pueblo estaban o surgían todos los campeones. Alborotados los reinos de Castilla y Valencia por las comunidades y germanías, allá en su pensar sigiloso Fray Miguel no estimaba mucho al joven, extranjero y ausente Emperador.

Su amor platónico al ascetismo le impulsaba a alentar en vez de reprimir prudentemente el de su penitenta. Cada mortificación que ésta se infligía y temblando y ruborizada venía a relatarle en el confesonario le causaba un gozo profundo, le parecía un triunfo sobre el pecado y se forjaba la ilusión de que a él le correspondía una parte de la victoria.

Oliéndole el aliento, rompió en exclamaciones de asco y horror: «Quita, quítate allá, borracha. Apestas a aguardiente. No lo he catado, señora; me lo puede creer». Insistía Doña Paca, que en aquellas crisis convertía en realidades sus sospechas, y con su terquedad forjaba su convicción. «Me lo puede creer repitió Benina . No he tomado más que un vasito de vino con que me obsequió el Sr. de Ponte.

El español la miró como espantado de su inconsciencia. Ya no se acordaba de Fontenoy. Parecía haber olvidado igualmente que aún estaba en París, y de un momento á otro la policía podía entrar en la casa para llevarse á su marido. Le alarmó también la enorme distancia entre la existencia real de los que colonizan las soledades de América y las ilusiones novelescas que se forjaba esta mujer.

Te repito que ayer no se sofocó mamá con nadie; no riñó á ninguna criada; estuvo apacible y silenciosa. Clara, si bien era una criatura de singular despejo, se forjaba la extraña ilusión de que una buena madre de familia tenía forzosamente que rabiar, y así no decía nada de lo dicho para censurar á su madre, sino candorosamente.

Palabra del Dia

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