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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Los fieros portones, erizados de hierro, hacían pensar en la cautela de los antiguos serrallos.

Y como Pedro Carvallo era poco circunspecto y muy jactancioso y no sabía refrenar la lengua, habló en varios sitios y con no pocas personas, contra el aventurero castellano y hasta llegó a decir que le provocaría, le retaría y le daría muerte. Nadie, por fortuna, llevó a los oídos de Morsamor tales fieros y jactancias.

Á la hora en que llegaréis, galanes, la romería estará muy cerca de deshacerse: las hermosas zagalas buscarán ya con la vista á sus parientes para reunirse á ellos y tomar el camino de su casa. No importa. Hoy no es día de festejar á las rapazas. Marchaban fieros y graves, el rostro contraído, la mirada fija.

El asesino, el asesino, ¿dónde está? gritó el concejal dándose gran importancia, y brujuleando en la muchedumbre con fieros ojos . Guardias, busquen ustedes al criminal... ¡Qué País!... Pero guardias..., los del Orden Público, ¿dónde están?». Pero ya la Guardia Civil había comenzado sus pesquisas.

La vieja criada aparece con el candil. ¡Sopla esa luz, grandísima bruja! ¡Ave María! ¡Qué fieros! ¡Ni que le hubiera salido un lobo al camino! ¡He visto La Hueste! ¡Brujas fuera! ¡Arreniégote, Demonio! Sopla la vieja el candil y se santigua medrosa. Cierra el portón y corre a tientas por juntarse con su amo, que ya comienza a subir la escalera.

Desnoyers contempló con orgullo los efectos de su munificencia. La sonrisa reaparecía en los rostros fieros; la broma francesa saltaba de fila en fila; al alejarse los grupos iniciaban una canción. Luego se vió en la plaza del pueblo entre varios oficiales que daban un corto descanso á sus caballos antes de reincorporarse á la columna.

Dígaseme ahora con sinceridad si aquellos dos dedos de Frasquita no eran más fieros y traidoramente destructores que todos los rejones, banderillas, garrochas y espadas que contra los toros se esgrimen.

8 nunca la pisaron animales fieros, ni león pasó por ella. 9 En el pedernal puso su mano, y trastornó los montes de raíz. 10 De los peñascos cortó ríos, y sus ojos vieron todo lo preciado. 11 Detuvo los ríos en su nacimiento, e hizo salir a luz lo escondido. 12 Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la prudencia?

Eran guerreros, de fea y terrible catadura, armados de largas lanzas, de agudas flechas y de flexibles arcos. En sus rostros, casi imberbes, aunque varoniles y fieros, resplandecía, sobre el amarillo obscuro de la tez curtida, la exultación alegre del triunfo.

Juan Díaz de Solís había llegado hasta una inmensa bahía por donde desembocaba en el mar un río muy caudaloso. Luchando allí con ciertos belicosos y fieros salvajes, llamados charrúas, Solís había perdido la vida.

Palabra del Dia

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