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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Como se habían ido las capas rojas, se fueron los pañuelos de Manila. La aristocracia los cedía con desdén a la clase media, y esta, que también quería ser aristócrata, entregábalos al pueblo, último y fiel adepto de los matices vivos.
No obstante los desengaños, los dolores, los ultrajes sufridos por ella, debía permanecer fiel a aquel que había aceptado como compañero de su vida. ¿Acaso las faltas del marido, por extremadas que sean, autorizan a la esposa desgraciada a buscar la felicidad con otros hombres?
No dejaba de atormentarme la idea de que fuese histórico, y por consiguiente verídico, porque mientras yo no haga más que cumplir con las obligaciones de fiel cronista de los usos y costumbres de mi siglo, no se me podrá culpar de mal intencionado, ni de amigo de buscar pendencias por una sátira más o menos.
Su QUIJOTE es el libro predilecto de las MUSAS, y mientras festivo consuela á tristes y melancólicos, é ilustra al ignorante, es al mismo tiempo una historia, la historia más fiel de las costumbres españolas. Opino, pues, con la sabia PALAS, y me perdonen los otros dioses que de mi parecer no participan. Esto bien lo recuerdas, ingrato APOLO.
De este general desprecio se salvaba, no obstante, su marido, su padre y hermanos, exceptuando Enrique, y todos los usos y costumbres de la buena sociedad, de las cuales era, como su señor padre, fiel guardadora.
Se discutía a gritos, entre carcajadas, con chistes repetidos de generación en generación y de pueblo en pueblo, y con frases hechas inveteradas, si la mujer puede servir a Dios lo mismo en el siglo que en el claustro; y si se necesita más virtud para atreverse a resistir las tentaciones que asedian en el mundo a una buena madre y fiel esposa, que para encerrarse en un convento.
Casi siempre se rinde fiel homenaje á las costumbres nacionales, y se les da animación y vida, y todo esto, juntamente con las excelencias indicadas, infunde tal placer, que casi se olvida por completo la seca y hasta repugnante historia que constituye su fondo.
Pero si su arte no dejó en ella una fiel estampa, dura al menos en sus tradiciones el sello de aquel espíritu ardiente y celoso en las cosas divinas, que tan noblemente supo triunfar de las costumbres é ideas semi-bárbaras y semi-gentílicas de la edad media. Y es por cierto admirable cómo la Providencia favorecia las piadosas estratagemas de los hombres de buena intencion y viva fé.
D. Pedro, que, conforme á las condiciones estipuladas con la viuda, entró en su alcoba á obscuras, no se apercibió del engaño hasta el día siguiente, y al principio no le sentó muy bien su descubrimiento; pero después tomó á risa la invención singular de aquellas buenas gentes, y, por último, le agradó después tanto haber descansado en los brazos de su esposa, que fué con ella hasta su muerte fiel y amante esposo.»
«Esta vez le costará la vida y la habrás muerto tú.» Tal fue la contestación que el fiel criado puso en su mano y que parecía dictada por su propia conciencia. Fácil es de comprender cuán terrible debió ser para Amaury aquella noche.
Palabra del Dia
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