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Actualizado: 26 de junio de 2025


Así cuentan de un tal indio llamado Ignacio que no sabe vivir sin andar en busca de infieles y ganando almas á Cristo; y el P. Juan Bautista de Zea, en su ida á los Zamucos, le escogió por capitán de los demás, y á él singularmente fiaba los negocios más graves del bien de aquella gente.

Cuando emprendía una excursión por camino desconocido, contaba los pasos, aunque hubiese medidas oficiales, porque no se fiaba de los kilómetros del Gobierno. Contaba los pasos y los millares los señalaba con piedras menudas que metía en los bolsillos de la americana. Llegaba a casa y descargaba sobre una mesa aquellos sacos para contar más satisfecho las piedras miliarias.

Verdaderamente era tentar al diablo... El golpe era fácil... demasiado fácil... Pero no, no tan fácil como parecía... Aunque hubiera querido, su mano crispada no hubiera obedecido a su voluntad impotente. En vano trataba de avivar su rencor y de mascullar sus malas voluntades; no podía herir a aquel hombre a quien odiaba, pero que se fiaba así de su lealtad...

Confieso que en aquellos momentos me faltó el valor. ¿Qué haría el inexperto escolar, apenas salido del colegio, convertido en jefe de familia? Respondía de su diligencia, de su abnegación; pero no fiaba en sus aptitudes. Le alentaba saber que en Villaverde todos le conocían; que allí, de tiempo atrás, todos los suyos merecieron consideraciones de los más conspicuos villaverdinos.

Miente como un bellaco; el tío Nepomuceno ha pagado porque este traidor no se fiaba de ; me conoció en la cara que yo no podía sacar de ninguna parte seis mil reales y se fue al otro... y cantó... Verdad es que yo no le había encargado el secreto.

Además, fiaba mucho de la debilidad y de la ignorancia del enemigo. No se anduvo por las ramas. Se fue derecho al bulto. Nada de eufemismos. Sólo en el tono de la voz, sereno, reposado, había cierta lenidad. ¿Eso de robaros, supongo que no lo dirás por ? Si las palabras de Bonis eran un guante, quedaba recogido con toda arrogancia.

Completaban la caravana treinta poderosas mulas, alquiladas a dos ricos banianes en quienes Narada fiaba mucho y que se habían comprometido a ir a donde se les mandase, cuidando y guiando las mulas con el auxilio de cinco hábiles naires.

A pesar de estos rumbosos informes, la Guardia civil le había pedido los papeles, igual que al último perdulario; pero como los llevaba en regla y no se metía con nadie, ni nadie se quejaba de él y le fiaba el vecino del lugar con quien vivía, no pasaban las cosas a más que a vigilarle de lejos, lo mismo que a su fiador, mientras en el pueblo se cerraban las casas al anochecer y no se dejaban, de puertas afuera, ni las gallinas en sus «albergaderos» provisionales.

Se burlaba de las sabias combinaciones de todos aquellos exportadores que leían periódicos ingleses, recibían boletines y comparaban las cotizaciones de unos años con otros para hacer cálculos que daban por resultado salir del negocio con las manos en la cabeza. El no sabía ni quería saber nada; fiaba en su buena estrella.

Empuñó D. Pedro su puñal y dijo a Aliatar en voz muy queda: Si se mueve Vd., le mato. Los suyos vendrán en seguida a buscarnos. 45 Mi palabra le doy, Gómez de Aguilar. No necesita Vd. mordaza para . Se la quitó su enemigo. Fiaba en la palabra de Aliatar como en la suya, porque la fama del alcaide de Loja era la de un perfecto caballero. 50

Palabra del Dia

rigoleto

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