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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Pidió protección con el fervor de los hombres sencillos que viven en continuo peligro y creen en toda clase de influencias adversas y protecciones sobrenaturales.

Ahora la veleta de su fervor apuntaba del lado de la Compañía, y no sabía ir a parte alguna sin el Padre Urizábal, un vasco, compatriota del glorioso San Ignacio, méritos que bastaban para que Dupont se hiciese lenguas de él.

Pero Ana, sin saber por qué, sentía una vaga repugnancia cuando pensaba en ir a casa de doña Petronila; le parecía mejor ver al Magistral en la iglesia, allí encontraba ella el fervor religioso necesario para confesar sus ideas malas, sus deseos peligrosos.

¡Qué puede esperarse de extranjeros, de gringos que carecen de fervor político y no son del partido!... Es natural, tratándose de dos capitanes genoveses. Pero él y Morales, con su agilidad de hijos de la selva, saltaron en el vacío negro, cayendo precisamente sobre el borde de la cubierta fugitiva.

En algunas de estas extrañas crisis don Manuel tomaba entre sus manos ardientes la cabeza gentil de la niña y, mirando en éxtasis sus ojos garzos y profundos, le había dicho con fervor: Llámame padre..., ¿oyes?... llámame padre. La niña, trémula, decía que .

No se crea por eso que era hipócrita, no: era una verdadera santa, una santa por convicción y por fervor.

Se hace constar con asombro que una mujer pintora de Grecia, la famosa Lala, de Cycique, que vivió 80 años antes de Jesucristo, no se casó, y se cuida de hacer observar que fue su gran fervor por su arte lo que la llevó a esa extremidad lamentable. Del mismo modo, la hija de Plinio, el célebre naturalista, necesita la reputación de su padre para hacer aceptar su situación de solterona.

¿Qué Juan ha de ser?... ¡Como si hubiese muchos Juanes!... Juan Gallardo. ¡Pero hombre! le decían algunos . ¡Ni que os acostaseis juntos!... ¿Eres , acaso, el que va a casarse con él? Porque no querrá contestaba rotundamente don José, con un fervor de idólatra.

La familia bendecía su nombre y lo encomendaba a Dios con fervor, mañana y tarde, en sus plegarias; sus hermanos menores tenían pantalones nuevos, y se pensaba nada menos que enviar a los dos más pequeños a la escuela.

Creció con los años su devoción, pero no hipócrita, sino devoción verdadera, legítimo fervor cristiano. Tenía grandes visiones, y en llegando la Cuaresma se disciplinaba, y decían los criados que en las altas horas de la noche sentían los azotes que se daba.

Palabra del Dia

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