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Actualizado: 17 de septiembre de 2025


El acabar de comer con este postre se menciona con frecuencia en nuestros libros del buen tiempo: Don Antonio Hurtado de Mendoza, en el Entremés del Examinador micer Palomo: «VALIENTE. Yo he tenido quinientos desafíos; he hecho sobre el duelo dos comentos; seiscientos antuviones he pegado y he reñido cien veces en ayunas. MR. PALOMO. ¿Qué fuera al fenecer las aceitunas...?»

Desde que comenzó la explotación de las minas de Langreo comprendí que nuestra vida patriarcal, nuestras costumbres sencillas iban á fenecer. Y en efecto, amado primo, te lo diré con franqueza: ¡Demetria ha muerto!... ¿Cómo que ha muerto? exclamó el capitán alzándose con su acostumbrada presteza y dirigiendo á su primo una mirada de consternación. Ayer la he visto buena y sana...

Corra los montes con gran ladradura. Esta composicion, segun se mira, está por fenecer. De su lectura se viene en conocimiento de lo bien que sabia escribir don Mossé en versos de arte mayor, porque hasta en estos parece que es mas levantado su estilo i mas perfecto su lenguaje. Lástima es en verdad que no tengamos otras obras del mismo autor i hechas en el mismo género de verso.

Comprendió que era necesario salir de él á toda costa, si no quería fenecer de un empacho de bilis. Y determinó volverlo todo patas arriba con un golpe de audacia, súbito, inesperado.

Esto sólo lo hemos alcanzado merced al refinamiento y educación de los siglos. Existe en nosotros una dilatada tradición. ¿Qué sucederá si llegamos á fenecer? No han nacido aún los que deben reemplazarnos.

En cambio, si se daban bizcas y el bolsillo se desmayaba, adiós confites y la mantequilla del chocolate y las copitas a las once; nadie comía más que lo estrictamente indispensable para no fenecer de hambre. Además, aquellos días no había quien dirigiese la palabra a D. Jaime, ni aun le mirase a la cara: los castigos eran más frecuentes: el palo andaba listo y la sopa perezosa.

A tiempo llegué á verle, que el furioso Teogenes, valiente Numantino, De fenecer su vida deseoso, Maldiciendo su corto amargo signo, En medio se arrojaba de la llama Lleno de temerario desatino. Y al arrojarse, dixo: ó clara fama, Ocupa aqui tus lenguas y tus ojos En esta hazaña que á cantar te llama!

El rei don Fernando que por tantas empresas militares tenia exhaustas de dinero sus arcas, oprimido al pueblo con gabelas, vendida mucha cantidad de la plata que habia en las iglesias, cargados los eclesiásticos con grandes tributos, nuevamente impuestos i por tanto llevados mui pesadamente, fatigados á los seglares con préstamos que nunca esperaba pagar segun andaba de empeñado su real erario, perdidas todas las esperanzas de repararlo, i en fin, su ánimo embarazado con ignorar el modo de salir de las presentes estrecheces, i evitar las por venir en tiempos que tan porfiadas guerras sustentaba con los enemigos de su corona, vió en el establecimiento del tribunal de la Inquisicion el único medio de fenecer el mal estado de las rentas de su corona.

Palabra del Dia

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