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Actualizado: 19 de mayo de 2025


El ser bueno da gusto, y lo hace a uno fuerte y feliz. «La verdad es dice el norteamericano Emerson que la verdadera novela del mundo está en la vida del hombre, y no hay fábula ni romance que recree más la imaginación que la historia de un hombre bravo que ha cumplido con su deber

Estaba en verdad bien enamorado aquel caballero. ¡Feliz el hombre que, como él, no ha tenido más amor que el de su esposa! Don Germán Reynoso era hijo de un agente de Bolsa. Cuando sólo contaba seis o siete años, su padre, por virtud de algunas operaciones desgraciadas, quedó arruinado.

Y aún había otra circunstancia que henchía su corazón de indecible alegría. Su padre presentaba a Amaury por yerno a cuantas personas notables entraban en el salón y todo el mundo, al mirar alternativamente a Magdalena y a su novio, parecía decir de un modo unánime que era muy feliz aquel que se iba a unir con una joven tan encantadora. Amaury había cumplido su palabra con rigurosa exactitud.

La huella de sus pasos no se borrará jamás en los anales del derecho humano, porque ellos han sido los primeros en hacer surgir nuestro moderno concepto de la libertad, de las inseguridades del ensayo y de las imaginaciones de la utopía, para convertirla en bronce imperecedero y realidad viviente; porque han demostrado con su ejemplo la posibilidad de extender a un inmenso organismo nacional la inconmovible autoridad de una república; porque, con su organización federativa, han revelado según la feliz expresión de Tocqueville la manera cómo se pueden conciliar con el brillo y el poder de los Estados grandes la felicidad y la paz de los pequeños.

No son todo flores en la vida, mamá: aunque me encuentre en una posición desahogada y pueda disfrutar de los placeres que ofrece la corte a los jóvenes, no soy tan feliz como el mundo supondrá seguramente.

Se adivina que ha habido un esfuerzo cuando se ve un resultado; pero aquellos otros que no han logrado cuajarse en el espacio, tomar cuerpo y gozar de la luz, aquellos que viven y mueren en la sombra miserables y desgraciados, aquellos el mundo los ignora y no se le echan en cuenta al hombre feliz. Porque no deben echársele.

La excitación natural, el movimiento recíproco lo explican suficientemente. Los proyectiles se habían enterrado a la altura de un hombre en las dos paredes opuestas a los combatientes que concluyeron por venirse a las manos, siendo entonces separados por algunas personas. Por desgracia, raro es el incidente de ese género que se termina de una manera tan feliz.

Memnon discurria así: Para ser muy cuerdo, y á conseqüencia muy feliz, basta con no dexarse arrastrar de las pasiones: cosa muy fácil, como nadie ignora.

Nunca he visto un hombre tan feliz, ni adornar una dicha mediocre con la esplendidez que lo hacía el cura con los reflejos de su buen natural, y de su espíritu algo infantil. ¡Si es que parece exactamente un púlpito! decía riendo y restregándose las manos.

Margarita le había escrito para recomendarle la calma. ¡Feliz él, que por ser extranjero no sufriría las consecuencias de la guerra! Su hermano, oficial de artillería de reserva, iba á partir de un momento á otro.

Palabra del Dia

bagani

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