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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Don Feliciano y él conferenciaron en un rincón breves momentos. Acto continuo salieron a la calle. Don Rudesindo quedó en la apariencia tranquilo, en realidad fuertemente alterado y bramando en su interior contra Peña, contra el Saloncillo, contra sí mismo y contra la madre que le parió. ¿Qué necesidad tenía él de meterse en líos?
Sonriendo nerviosamente y con voz aguda y extraña, se dirigió a don Feliciano Gómez, que era la única persona que allí había: Ya sabrá usted que la z... de mi mujer se ha escapado con su chulo, ¿eh? Don Feliciano le miró sorprendido. Aunque era hombre que entendía poco de sonrisas, al verle sonreir de aquel modo se sintió sobrecogido, y le contestó con tristeza: Sí, Gonzalito, sí.
D. Cornelio de Saavedra en todas sus partes. Por el Sr. D. Juan Canaveria, se dijo: Que reproduce el voto del Sr. Dr. D. Feliciano Antonio Chiclana. Por el Sr. D. Hilario Ramos, se dijo: Que se conforma con el voto del Sr. Comandante D. Cornelio Saavedra. Por el Sr. D. Justo Pastor Linch, se dijo: Que se conforma con el voto del Sr. D. Manuel José de Reyes. Por el Sr.
Los que tenían de él agravios, le murmuraban y evitaban su encuentro llamándole «envidioso» y «mala lengua». Los que no, se reían de sus exageraciones y le abocaban con gusto, sin profesarle gran afecto tampoco. Otro de los personajes allí congregados era don Feliciano Gómez.
Como preciado regalo suyo conservo aún entre mis libros La segunda Celestina, de Feliciano de Silva, donde se tratan los amores de Felides y Polandria, y un bonito ejemplar de las Relaciones, de D. Juan de Persia, impresas en Valladolid en 1604.
Mostráronse alegres de tal solución en apariencia, pero cada cual se separó por su lado, y aquella tarde en el Saloncillo Peña reprendió ásperamente a don Feliciano por su conducta. Llegó a afirmar que le había puesto en ridículo y que si no fuese porque se trataba de un amigo antiguo y persona de más edad que él, «le exigiría una jeparación».
A las seis de la mañana, Peña y don Feliciano por una parte, y Maza y Delaunay por la otra, los sacaron de sus domicilios para conducirlos al cementerio viejo. ¡Dios mío, al cementerio viejo! ¡Qué ideas tan lúgubres revolotearon por el cerebro de don Pedro Miranda mientras caminaba hacia allá! No es posible compararlas sino con las que asaltaron a don Rudesindo en el mismo trayecto.
La fisgona de doña Petra, hermana de don Feliciano Gómez, que pasaba por la Rúa Nueva al tiempo de apearse doña Paula y sus hijos, pudo observar que el criado sacaba del coche una porción de paquetes, que se le antojaron piezas de tela. Bastó para que todo Sarrió supiese que en casa de don Rosendo se trabajaba ya en el equipo de la hija mayor. Doña Paula, con tal motivo, tuvo una sofocación.
Este D. Feliciano era el marido que, según se decía en secreto, había roto una pierna al P. Narciso arrojándole por las escaleras. Los circunstantes se miraron con inquietud. Hubo un silencio embarazoso. Consejero soltó la carcajada, y exclamó, poniendo una carta sobre la mesa, como si se refiriese al juego: ¡Anda, vuelva usted por otra!
D. Pascual Ruiz Huidobro, añadiendo que el Sr. Síndico Procurador general tenga voto decisivo en los negocios. Por el Sr. D. Hipolito Vietes, se dijo: Que se conforma con el voto anterior del Sr. Dr. D. Feliciano Antonio Chiclana. Por el Sr. D. José Viamont, se dijo: Que se conforma igualmente con el voto del Sr. Dr. D. Feliciano Antonio Chiclana. Por el Sr.
Palabra del Dia
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