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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Don Juan salió suspirando de aquel dormitorio tan blanco y tan puro, pero enorgullecido por su mujer, porque la atmósfera de aquel dormitorio había venido á ser para don Juan un testimonio de la valía de doña Clara. Sentáronse entrambos jóvenes de nuevo, el uno en un extremo, y en otro extremo el otro, de la ancha tarima del brasero.
Vamos a ver, mi prudente amiga, un poco de calma; no perdamos la cabeza sin ton ni son. El señor de Candore ha estado... torpe, por no decir más; ya ve usted si soy indulgente. Si se ha puesto en el caso de avergonzarse delante de usted y delante de Carlos, peor para él; será un castigo merecido. No es eso sólo, aunque sea en extremo penoso; pero temo... ¿Qué? Todo. Carlos está celoso...
Más de un momento de melancolía debo al caño desolado, que parece murmurar una queja constante; es algo como el rumor del aire en los meandros de un caracol aplicado al oído. Aunque de poca profundidad, el caño basta para dificultar en extremo el uso de los carruajes en las calles de Bogotá.
Como tomó con demasiado extremo muchos asuntos, lo hizo tambien en este, de modo, que todo hombre cuerdo debe leerle con alguna desconfianza, y armado de buena Lógica. Juzgo, pues, que son menester dos cosas para que tenga fuerza el argumento negativo.
Por fin, habiendo hecho evidentemente todos los esfuerzos para articular una palabra y no habiéndolo podido conseguir, agarró al gitano por un brazo, y con el extremo de su anteojo, que temblaba en su mano de un modo espantoso, le designó un punto blanco que se advertía a la entrada del golfo. ¡Y bien! ¿qué es eso? preguntó el réprobo.
El aire es tibio, el cielo casi diáfano... Allá abajo, al extremo del camino, yérguese un viejo fantasma de paredón, resto de algún vetusto templo.
Estaba en un mundo nuevo y las mujeres de la ciudad, aquellas que él trataba en las tertulias caseras, le parecían seres de otra raza, viviendo lejos, muy lejos, en otro extremo de la tierra, de la que le separaba la inmensa sábana de agua. Vamos, señor testarudo; habrá que tratarle a usted como a un bebé.
Benita la Costurera dobla la mortaja y espabila los cirios con las tijeras que lleva pendientes de la cintura, y se balancean al extremo de una cinta azul que llaman hospiciana. DO
La masa de acero enrojecida, pasaba arrastrándose junto á sus pies, como una bestia traidora. Marchaba hacia ellos queriendo lamerlos con su lengua de muerte, pero en el momento en que iba á tocarles, un hábil golpe de las tenazas la arrojaba entre los cilindros de donde salía por el extremo opuesto, para volver á entrar, siempre cambiando de forma.
Y Hans Keller describía después al hombre, siempre inquieto, estremecido por misteriosas ráfagas, incapaz de sentarse como no fuese ante el piano o la mesa de comer; recibiendo de pie a los visitantes, yendo y viniendo por su salón, con las manos agitadas por nerviosa incertidumbre, cambiando de sitio los sillones, desordenando las sillas, buscando una tabaquera o unos lentes que no encontraba nunca; removiendo sus bolsillos y martirizando su boina de terciopelo, tan pronto caída sobre un ojo como empujada hacia el extremo opuesto y que acababa por arrojar a lo alto con gritos de alegría o estrujaba entre sus dedos crispados por el ardor de una discusión.
Palabra del Dia
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