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Actualizado: 22 de septiembre de 2025


Si te parece dijo tímidamente D. Facundo, entraremos en el café del Prado que es el más próximo: conozco al dueño. Adelante; vamos al café del Prado. Cuando llegaron a él, Hojeda propuso que entrasen por el portal, donde había una puertecilla que comunicaba con la cocina; así evitaban la exhibición.

Y aun entonces su aspecto habría revelado calma. Semejante exhibición de sus facultades físicas es solo para concebirse con la fantasía, y no fuera de desearse que se realizara.

Sólo los amigos del gobierno y los personajes oficiales tenían permiso para entrar en el palacio y ver de cerca tales maravillas. El enorme patio central, donde podían formarse á la vez varios regimientos y en el que se desarrollaban las más solemnes ceremonias patrióticas, fué el lugar destinado para tal exhibición.

Estábase incubando hacía tiempo en la República la guerra civil; Rivadavia la había visto venir, pálida, frenética, armada de tea y puñales; Facundo, el caudillo más joven y emprendedor, había paseado sus hordas por las faldas de los Andes, y encerrádose a su pesar en su guarida; Rosas, en Buenos Aires, tenía ya su trabajo maduro y en estado de ponerlo en exhibición; era una obra de diez años realizada en derredor del fogón del gaucho, en la pulpería al lado del cantor.

Una campaña más todavía sobre Tucumán contra el general La Madrid completó el debut o exhibición de este nuevo emir de los pastores. El general La Madrid había vuelto al gobierno de Tucumán sostenido por la provincia, y Facundo se creyó en el deber de desalojarlo. Nueva expedición, nueva batalla, nueva victoria. Omito sus pormenores, porque en ellos no encontraremos sino pequeñeces.

Hablaba en todas partes de su famoso triunfo; mostraba como un trofeo al Indio converso, exagerando inocentemente las horripilantes hazañas de sus época de impiedad; pero después de esta exhibición, al quedar solos los dos, el catecúmeno insaciable prorrumpía en lamentaciones sobre su miseria, no callando hasta convencerse de que en los bolsillos del «santo» sólo quedaban algunas oraciones impresas y migas de pan.

Jamás sus desnudos hombros, sus brazos de marfil sirviendo de fondo a negro encaje bordado y bien ceñido; jamás su espalda de curvas vertiginosas, su pecho alto y fornido, y exuberante y tentador, habían atraído así, ni con cien leguas, la atención y la admiración de un pueblo entero, por más que los luciera en bailes, teatros, paseos y también procesiones.... ¡Toda aquella carne blanca, dura, turgente, significativa, principal, era menos por razón de las circunstancias, que dos pies descalzos que apenas se podían entrever de vez en cuando debajo del terciopelo morado de la nazarena! «Y era natural; todo Vetusta, seguía pensando Obdulia, tiene ahora entre ceja y ceja esos pies descalzos, ¿por qué? porque hay un cachet distinguidísimo en el modo de la exhibición, porque... esto es cuestión de escenario». «¿Cuándo llegarápreguntaba la viuda, lamiéndose los labios, invadida de una envidia admiradora, y sintiendo extraños dejos de una especie de lujuria bestial, disparatada, inexplicable por lo absurda.

Ya veremos más adelante cómo este sueño ha sido también turbado recientemente en el imperial sarcófago de San Lorenzo, y cómo nosotros llegamos, por nuestra parte, á profanar asimismo con la mirada, en pública y sacrílega exhibición, la momia del invicto César.

Palabra del Dia

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