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Actualizado: 18 de junio de 2025


Hablome de mi padre, de toda mi familia, y demostró conocerla tan bien, que no dudé de que fuese el dueño del castillo. ¿Es usted el señor de C...? le dije. Pero él se levantó, mirándome exaltado, y repuso: Lo era, pero ya no lo soy; ya no soy nada. Y al ver el asombro con que yo le oía, agregó: Ni una palabra más, joven; no me interrogue usted...

Exaltado por el furor de los elementos, por el estampido del trueno, por el correr de las aguas, por el mugir de los árboles sacudidos, corría con alegría frenética. Cuando recobré la calma y encontré lumbre, pan, vestido seco, todas las dulzuras de la buena hospitalidad montañesa, casi echaba de menos la poderosa voluptuosidad que acababa de disfrutar allá fuera.

En aquel momento, Maximiliano, exaltado por su propia elocuencia, se dejó decir: «La única razón que me dan es que si ha sido o no ha sido esto o lo otro. Respondo que es falso, falsísimo.

El clérigo quiso humillarse, pedir perdón.... Salga usted inmediatamente. Salió. Peláez temblando y lívido se atrevió a decir: ¡Cuánto siento!... señor Magistral.... No sienta usted nada. Han venido ustedes en mal día. Estoy nervioso. Quise asustarle, imponerle respeto por el terror... y no conté con mi mal humor; me he exaltado de veras, me he dejado llevar de la ira....

Cuando se recuerdan los días preliminares del conflicto, se comprende que todo el que pensara, ya exaltado por la pasión patriótica o sin esa exaltación y contemplando el espectáculo desde fuera, en que Cuba iba a luchar contra España, en que una revolución no bien organizada iba a lanzar el guante a un Estado organizado y con recursos, no podría nunca concebir que los revolucionarios aspiraran a un éxito militar decisivo y rápido.

La fe en lo divino y el sentimiento de lo reputado siempre por lo más noble en lo humano, iban relegándose al montón de las cosas inútiles, cuando no perjudiciales; apenas se concebían los grandes héroes de otras épocas, cuanto más los sentimientos que los habían exaltado desde la masa común de los anónimos, hasta las páginas más esplendentes de la Historia.

La Condesa no se atrevió a continuar la conversación, al ver lo exaltado que su hijo se ponía, y la vehemencia con que hablaba en pro de doña Beatriz. Allá, en el fondo de su alma, la Condesa se afligió mucho, imaginando que su hijo no tenía unas relaciones vulgares, un pasatiempo inmoral, pero sin consecuencias, sino una pasión vivísima.

Mirome el primero con penetrante encono, el segundo con altanero desdén y el tercero con curiosidad. Señora dije a la condesa usted se ha exaltado sin razón, interpretando mal un hecho que en no tiene malicia alguna. Y le conté lo ocurrido, disfrazando de un modo discreto los accidentes que pudieran ser desfavorables a las pobres niñas.

La muchacha, nada tímida, al ver su abandono, vendió las joyas que le había regalado el amante y se presentó con su hija en Cádiz. Menchaca estaba en Filipinas; Hortensia fué a Filipinas, encontró a Menchaca y le obligó a casarse con ella. Menchaca era un hombre exaltado, brutal, atrevido, con ideas geniales, capaz de cosas buenas y de cosas malas.

El mismo dia que llegué á Venecia, chocóme, y lo pregunté, porqué las airosas góndolas que recorren las calles están vestidas de luto, con bayetas negras. Yo, con mi carácter exaltado, supuse, ántes de preguntarlo, que seria una manifestacion de luto nacional por la pérdida de la independencia; halagué esta idea, y temí que no fuera cierto mi pensamiento, y en verdad no lo era.

Palabra del Dia

lanterna

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