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Y, en efecto, al día siguiente, entre diez y media y once, salió de su casa y se fué por la orilla del mar á la de Antonio. Después de cerciorarse que éste había salido, subió por la estrecha y sucia escalera á las alturas en que habitaba. Y llamó á la puerta pálido y jadeante tanto por el esfuerzo como por la emoción.

Entrad por la puerta eštrecha: porque el camino que lleva

Este prior tenía muy estrecha conciencia y se andaba con gran tiento y pulso en lo del examinar detenidamente á los monjes, siendo en extremo celoso é inflexible cuando de sus condiciones morales y conducta se trataba.

Como que la boca era un poquitín más estrecha que la de la muerta. Después metió el cobre de las dos pesetas que había cambiado. No había tiempo que perder. Sentía pasos. ¿Subiría ya doña Lupe? No, no era ella; pero pronto vendría y era forzoso despachar. Aquellos cascos, ¿dónde los echaría? He aquí un problema que le puso los pelos de punta al asesino.

En los diez meses que lleva en esta casa todavía no le hemos visto un día triste. Cuando no está arriba tocando el piano, está aquí jugando con los niños. No se conoce, no, señorita, que haya tenido pérdidas. Elena sintió que flaqueaba su valor. Con permiso de usted voy a subir... ¿Dónde está la escalera? La buena mujer la condujo hasta el primer peldaño de una escalerita estrecha y obscura.

Por esa época, madama de Maurescamp se ligó con una estrecha amistad con madama de Hermany, dos años mayor que ella. La amistad es la tendencia natural de una mujer honesta, que quiere seguir siéndolo, y que siente el vacío de su corazón.

Acepto de todo corazón la excusa, señor Núñez respondió la dama con una sonrisa que confirmaba la sinceridad de lo que decía , hasta como modelo de excusas corteses y delicadas... La Esfinge cortó aquí los cumplidos con el espadón de su palabra de hierro, y lanzó a su marido otra ojeada con la que le pedía estrecha cuenta de aquellas sus debilidades.

Vivían en un cuarto piso de la vía Pasarella, estrecha, sombría y de altas paredes, como las calles de la vieja Alcira; un callejón habitado por editores de música, agencias teatrales y artistas retirados.

El muro rompe la doncella hermosa que de Píramo abrió el gallardo pecho: parte el Amor de Chipre, y va derecho a ver la quiebra estrecha y prodigiosa. Habla el silencio allí, porque no osa la voz entrar por tan estrecho estrecho; las almas , que amor suele de hecho facilitar la más difícil cosa.

El primero: un pavo vanidoso, engreído con su fama, pagado de su saber, de su crédito y de su dinero, atascado en el pantano de su prosopopeya jurídica; el segundo: larguirucho, cetrino, amojamado, con aspecto de sacristán, célibe por egoismo, alardeando a todas horas de timorato y concienzudo, discreto y medido, paciente y culto. ¡Paréceme que le veo sentado en el «butaque», con la pierna cruzada, preso en la estrecha y perdurable levita, puesto en las rodillas el gran pañuelo de algodón, de color indefinible.