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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Al ver a su tío delante, le dio un vuelco el corazón, se puso pálida, como a la vista de un grave peligro. Mediaron pocas palabras. Don Jaime se quejó de un fuerte dolor de estómago y Rosa se dispuso a hacerle una taza de té. Pero antes de que hubiese terminado, el americano la abrazó de improviso.
Afortunadamente, con la idea, nada más, de echarme al coleto tanto engrudo, entráronme unos sudores, fríos como los de la muerte; levantéme tambaleándome, llegué al corral..., y despojado el estómago del peso que le oprimía, volví á la mesa, pero sin el consuelo de hacer comprender á aquella buena gente la impertinencia de sus mal entendidos obsequios.
Eran pasadas las once de la mañana cuando Ramiro y su criado dejaron la ciudad, tomando, hacia la izquierda, el camino exterior que corre, por la parte de Mediodía, al pie de los muros. El muchacho caminaba por delante con el gesto despejado y feliz, y aunque llevaba el estómago más hueco que un atambor, su instinto atisbaba cierto olorcillo de aventura que hacía para él las veces de sustento.
Maravillas y primores de la cocina casera comió Anita en cuanto el estómago pudo tolerarlas. Doña Águeda con unos ojos dulzones, inútilmente grandes, que nadie había querido para sí, miraba extasiada a la convaleciente que iba engordando a ojos vistas, según las de Ozores.
Esta bestia dulce y pacífica carece de mandíbulas y de boca. Su herramienta para la nutrición es una lanza perforada, una trompa sutil, con la que agujerea la corteza de las ramas. Su estómago delicado no puede resistir los cereales y los cadáveres que alimentan á la hormiga, bestia feroz de quijadas triturantes y patas cortadoras.
Los pobres tenian como declarado en la regla de S. Benito un derecho que por su singularidad merece mencionarse: para que no les faltase alimento, estaba terminantemente prohibido que ningun monge cediese á otro parte de su comida ó cena; de esta suerte, las sobras que dejaban los desganados ó de estómago pequeño llegaban intactas á los mendigos que socorria el monasterio.
El dueño de casa, testigo de su adversario, abrió tamaños ojos a la aparición de aquel convidado inesperado; pero repúsose pronto y recibiolo ceremoniosamente, encontrando, como lo dijo después, que aquello era perfecto, irreprochable, y que probaba un estómago de privilegio.
Ahora que, por desgracia, no tenía quien le sujetase, acatarrado y todo salía. Para los catarros, no hay nada como el aire libre del mar. Cuando de tarde en tarde se resentía del estómago, bebía un par de vasos de salmuera, y quedaba arreglado. No hay purga tan natural, tan eficaz e inofensiva como el agua del mar. En cierta ocasión adoleció de una pierna.
-Por mi fe, hermano -replicó el del Bosque-, que yo no tengo hecho el estómago a tagarninas, ni a piruétanos, ni a raíces de los montes. Allá se lo hayan con sus opiniones y leyes caballerescas nuestros amos, y coman lo que ellos mandaren.
Tomé por el uno que me fué más hermoso, fuera donde fuera; los pies me llevaban, yo los iba siguiendo, saliera bien o mal, a monte o a poblado. Llegué a una venta sudando, polvoroso, despeado, triste y, sobre todo, el molino picado, el diente agudo y el estómago débil.
Palabra del Dia
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